Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

La tensión en la región del Caribe ha aumentado considerablemente tras el reciente despliegue militar de Estados Unidos cerca de Venezuela. En una sesión de la Asamblea Nacional, el presidente del organismo, Jorge Rodríguez, lanzó una advertencia contundente sobre el ingreso no autorizado de extranjeros al país, afirmando que cualquier extranjero que entre sin permiso “entra, pero no sale”. Este comentario refleja el clima de inestabilidad y preocupación que se vive en Venezuela en medio de las crecientes amenazas de intervención militar estadounidense bajo la administración de Donald Trump.
La Casa Blanca ha manifestado su intención de “usar todo su poder” para detener el tráfico de drogas que, según ellos, proviene de Venezuela. Esta acusación ha colocado a Nicolás Maduro, presidente venezolano, en el centro de un embrollo internacional, siendo señalado como el líder del "Cartel de los Soles", una organización criminal que se dice que tiene profundas raíces en las fuerzas armadas y en el gobierno chavista. La secretaria de prensa de Trump, Karoline Leavitt, no escatimó en describir al gobierno venezolano como un “cartel del narcoterror”.
El despliegue de los buques de guerra USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, junto con aproximadamente 4,000 marines, ha suscitado paralelismos con la intervención de EE.UU. en Panamá en 1989. Este contexto histórico hace que muchos en la región temen que una acción similar pueda estar en camino. La alusión a Noriega y su derrocamiento ha revivido recuerdos de intervenciones militares con fines de cambio de régimen en América Latina.
Las preocupaciones no se limitan a Venezuela. Gobiernos de izquierda en la región han expresado su alarma ante las acciones de EE.UU. El asesor para Asuntos Internacionales de la Presidencia brasileña, Celso Amorim, subrayó la necesidad de una cooperación multilateral para combatir el crimen organizado, en lugar de intervenciones unilaterales. Desde Colombia, el presidente Gustavo Petro advirtió que una incursión militar solo complicaría más la situación en Venezuela, sugiriendo que podría llevar al país a un conflicto similar al de Siria.
El gobierno cubano también se ha manifestado en contra del despliegue militar, relacionándolo con una agenda “corrupta” que promueve el Secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio. Este rechazo unió a las naciones de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en una reunión extraordinaria, evidenciando el creciente miedo a una escalada de la intervención estadounidense.
A nivel internacional, las expectativas sobre el apoyo de Rusia a Venezuela en este contexto han sido limitadas. A pesar de que el Kremlin ha sido un aliado tradicional de Caracas, la situación actual en Ucrania ha dejado a Rusia con poco margen para intervenir en favor de Venezuela. Esto ha llevado a analistas a cuestionar la efectividad del apoyo ruso en un posible conflicto, dado que el país tiene sus propias prioridades que atender.
Mientras tanto, Nicolás Maduro ha aumentado la retórica y anunció el despliegue de 4.5 millones de milicianos, un componente clave de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Este movimiento se interpreta como un intento de reforzar la defensa del régimen frente a lo que perciben como una inminente amenaza por parte de fuerzas estadounidenses. La historia reciente ha demostrado que el miedo a la intervención puede servir para movilizar a las fuerzas leales al gobierno.
La designación del Cartel de los Soles como organización terrorista por parte de Estados Unidos no sólo ha intensificado la retórica, sino que también ha reforzado la narrativa del gobierno venezolano acerca de una agresión externa. Tal calificación permite a Washington justificar posibles acciones militares bajo la premisa de combatir el terrorismo y el narcotráfico.
El Cartel de los Soles tiene un origen que data de 1993, y ha evolucionado desde un grupo de militares involucrados en narcotráfico hasta convertirse en una red de corrupción que involucra tanto a funcionarios militares como políticos. Esta complejidad hace que cualquier intento de debilitar al régimen de Maduro no sólo implique enfrentar a las fuerzas armadas, sino también desmantelar una red de complicidad que se extiende a lo largo de la estructura del poder en Venezuela.
Con el panorama actual, la comunidad internacional observa con atención cómo se desarrollan los acontecimientos en el Caribe. La combinación de despliegue militar, acusaciones de narcotráfico y la respuesta de aliados regionales augura un periodo de incertidumbre y potencial confrontación, mientras el mundo espera que la diplomacia prevalezca sobre la fuerza en la búsqueda de soluciones a la crisis venezolana.
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