Las vacunas refuerzan la inmunidad de los niños: desmitificando los mitos sobre la sobrecarga de sus sistemas.

Las vacunas refuerzan la inmunidad de los niños: desmitificando los mitos sobre la sobrecarga de sus sistemas.

El mito de que las vacunas infantiles sobrecargan el sistema inmunológico de los bebés es desmentido por expertos, quienes enfatizan su seguridad y eficacia contra enfermedades.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Salud

La noción de que las vacunas infantiles pueden estar sobrecargando el sistema inmunológico de los bebés ha ganado terreno en los últimos años, a menudo alimentada por conceptos erróneos y voces prominentes en la esfera pública. Sin embargo, un análisis de los datos científicos actuales y las opiniones de expertos desmiente firmemente este mito. A pesar de las afirmaciones de diversas figuras, incluido el presidente electo Donald Trump y el activista de salud Robert F. Kennedy Jr., estudios rigurosos han demostrado de manera consistente que no existe un vínculo causal entre las vacunas y la aparición de autismo u otros trastornos del desarrollo en los niños. La idea de que los esquemas de vacunación modernos, que requieren que los bebés reciban una serie de vacunas, representa un riesgo para sus sistemas inmunológicos es simplemente infundada. Expertos en el campo de la pediatría, como la Dra. Yvonne Maldonado, pediatra en la Universidad de Stanford, enfatizan que las vacunas actuales son, de hecho, más limpias, más eficientes y contienen significativamente menos antígenos que las utilizadas en el pasado. Para ilustrar este punto, es importante considerar la enorme cantidad de exposición a patógenos que los niños encuentran a diario, desde interactuar con sus compañeros de juego hasta explorar su entorno. Cada niño lleva trillones de bacterias, que superan en número a sus propias células, y sus sistemas inmunológicos están constantemente trabajando para aprender a defenderse de diversas amenazas. Las vacunas funcionan introduciendo pequeñas cantidades de antígenos, partes de patógenos que estimulan una respuesta inmunitaria. Este proceso entrena efectivamente al sistema inmunológico para reconocer y combatir enfermedades específicas, como el sarampión o la poliomielitis, antes de que ocurra la exposición. El calendario de vacunación actual en los Estados Unidos consiste en alrededor de 17 dosis para cuando un niño ingresa al jardín de infantes, con cada vacuna conteniendo alrededor de 10 antígenos. Para poner esto en contexto, las vacunas del pasado contenían hasta 300 veces más antígenos, lo que ilustra un avance significativo en la tecnología y seguridad de las vacunas. La evolución de las vacunas desde la primera vacuna contra la viruela, que contenía hasta 200 proteínas, hasta las formulaciones contemporáneas, que se refinan para contener solo uno o dos antígenos por dosis, marca un progreso notable en la salud pública. Las innovaciones en el desarrollo de vacunas no solo han mejorado su seguridad, sino también su eficacia, como señala el Dr. Paul Offit, director del Centro de Educación sobre Vacunas en el Hospital Infantil de Filadelfia. Además, las afirmaciones sobre el timerosal, un conservante a base de mercurio utilizado en algunas vacunas, han sido desacreditadas. Es crucial señalar que la ampliamente debatida vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR) nunca ha contenido timerosal. La investigación ha demostrado que las cantidades de mercurio presentes en las vacunas, cuando se incluía, eran insignificantes y similares a los niveles encontrados en alimentos cotidianos, como el atún. Desde 2001, el timerosal ha sido eliminado de la mayoría de las vacunas infantiles, lo que alivia aún más las preocupaciones. Los protocolos de seguridad para las vacunas son exhaustivos, involucrando pruebas extensas a través de diversas fases de ensayos clínicos y evaluaciones por parte de paneles de expertos independientes antes de su aprobación. Estas medidas aseguran que las vacunas sigan siendo efectivas y seguras para el uso público. El monitoreo continuo de las vacunas después de su aprobación no ha mostrado señales que indiquen peligro para la salud de los niños, tanto a corto como a largo plazo. A pesar de la retórica alarmante de algunas figuras públicas, el consenso entre los expertos en inmunización es claro: las vacunas infantiles son una parte necesaria de la atención médica preventiva que no sobrecarga el sistema inmunológico, sino que lo refuerza ante innumerables patógenos ambientales. En nuestros esfuerzos por proteger a los niños y la salud pública, es imperativo confiar en la evidencia científica y la orientación de profesionales calificados en lugar de en la desinformación.

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