Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El cambio climático se ha convertido en uno de los desafíos más apremiantes del siglo XXI, afectando no solo al medio ambiente, sino también a las estructuras económicas y financieras a nivel global. En este complejo entramado, el sector bancario se erige como un actor fundamental en la búsqueda de soluciones sostenibles. Según el Instituto Español de Banca y Finanzas (IEBF), las entidades financieras que se adapten a este nuevo paradigma estarán en mejor posición para gestionar los riesgos asociados y, al mismo tiempo, podrán aprovechar las oportunidades que emergen de la transición hacia una economía baja en carbono. El informe titulado "El liderazgo financiero en la lucha contra el cambio climático", elaborado por Luis Maldonado García-Pertierra, sostiene que las decisiones tomadas hoy en el ámbito bancario tendrán repercusiones significativas en la estabilidad económica global y en el bienestar de futuras generaciones. Esta afirmación no es baladí, ya que el sector financiero tiene el poder de orientar los flujos de capital hacia proyectos que promuevan la sostenibilidad y la descarbonización. En los últimos años, numerosos bancos han comenzado a adoptar compromisos de descarbonización en sus carteras, aumentando así la financiación de iniciativas que impulsan la transformación hacia economías más sostenibles. Sin embargo, el IEBF subraya que estos esfuerzos van más allá de simplemente ofrecer productos financieros verdes; requieren una revisión exhaustiva de los modelos de negocio, la gestión de riesgos y, en general, de la cultura organizativa de las entidades. El Banco Mundial también ha resaltado la importancia de las instituciones financieras en la movilización de capital privado para abordar el cambio climático. Se hace evidente que la banca desempeña un papel esencial en el cierre de la brecha de financiación necesaria para cumplir con los objetivos climáticos globales. Esto implica que, si bien los compromisos individuales son un paso positivo, también se necesita una acción concertada a nivel sectorial y gubernamental. En el ámbito europeo, países como los Países Bajos, Alemania y España han demostrado un compromiso sólido contra el cambio climático. En España, algunas de las entidades más relevantes, junto con la Asociación Española de Banca (AEB) y la Asociación de Bancos y Cajas (CECA), firmaron en 2019 un pacto conjunto que establece el objetivo de reducir la huella de carbono asociada a sus carteras de crédito. Este compromiso colectivo es un indicativo de que el sector está tomando en serio su responsabilidad en la lucha contra el cambio climático. El acuerdo firmado por las entidades españolas establece que deben implementar metodologías que les permitan evaluar el impacto de las actividades de sus clientes, tanto en términos de preservación del medio ambiente como en la lucha contra el calentamiento global. Este enfoque proactivo es esencial para garantizar que las inversiones realizadas sean coherentes con las metas de sostenibilidad establecidas a nivel internacional. Sin embargo, el informe del IEBF también advierte que el éxito de estos esfuerzos dependerá de la existencia de una demanda real de financiación para la transición energética por parte de empresas y hogares. Esto subraya la importancia de que los proyectos en los que se invierte sean no solo sostenibles, sino también económicamente viables. La intersección entre sostenibilidad y rentabilidad será clave para motivar a las entidades a seguir invirtiendo en este tipo de iniciativas. Para que esta transformación hacia una economía más verde sea efectiva, es imprescindible un esfuerzo coordinado. Las políticas públicas, los incentivos económicos y la regulación deben crear un entorno propicio que facilite que el capital privado fluya hacia inversiones sostenibles. Sin ese marco adecuado, los esfuerzos individuales de las entidades bancarias pueden quedar limitados. El informe concluye que el sector bancario tiene una oportunidad única de contribuir a la creación de una economía más sostenible y resiliente. No obstante, este objetivo no puede alcanzarse de manera aislada. Es fundamental que todos los actores involucrados —gobiernos, empresas, reguladores y sociedad civil— colaboren en un esfuerzo conjunto hacia este fin. Solo así será posible construir un futuro en el que la economía y el medio ambiente coexistan de manera armónica, asegurando un mundo mejor para las generaciones venideras.