El desafío del sobreturismo: ¿cómo proteger nuestro patrimonio cultural y natural?

El desafío del sobreturismo: ¿cómo proteger nuestro patrimonio cultural y natural?

El sobreturismo afecta las ciudades del sur de Europa, generando tensiones entre turistas y locales, y poniendo en riesgo el patrimonio cultural.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política

El verano que hemos vivido este año ha estado marcado no solo por las melodías estivales que acompañan a las vacaciones, sino también por un fenómeno que ha cobrado una relevancia inusitada: el 'overtourism' o sobreturismo. Este término se refiere a la saturación de las áreas turísticas que, aunque se ha discutido ampliamente en el continente europeo, parece haber encontrado un eco particular en el sur de Europa. Las ciudades y paisajes emblemáticos, que antes se disfrutaban con tranquilidad, son ahora invadidos por una marea de turistas en busca de experiencias auténticas, lo que genera un impacto significativo en la vida cotidiana de sus habitantes y en el entorno natural. A medida que las temperaturas suben, las calles de Barcelona, Venecia y Lisboa se convierten en pasillos de personas de todas partes del mundo. Mientras que el turismo es, sin duda, una fuente de ingresos vital para estas economías, el desbordamiento de visitantes ha comenzado a provocar tensiones palpables. Los locales, que alguna vez se sintieron orgullosos de compartir su cultura y su hogar, ahora luchan por encontrar un espacio para respirar en medio del bullicio constante. Esta situación ha suscitado un intenso debate en los medios y entre los ciudadanos sobre cómo gestionar este nuevo fenómeno. El estudio encargado por el Parlamento Europeo en 2019 describía el sobreturismo como una situación en la que el impacto del turismo supera los límites de capacidad de los entornos afectados. Este verano, esa definición ha cobrado vida en cada esquina de las ciudades turísticas, donde lo que antes era un paisaje armonioso ahora se ve amenazado por el ruido, la contaminación y la masificación. La belleza natural y el patrimonio cultural están en riesgo, y el desafío que enfrentamos es claro: ¿cómo proteger lo que queda de estos paisajes de la vorágine del turismo desmedido? Desde una perspectiva que busca soluciones concretas, algunos expertos sugieren que una primera medida podría ser la inclusión del concepto de "paisaje" en nuestras constituciones. Esta incorporación no solo daría un marco legal a la protección de los entornos naturales y culturales, sino que también elevaría la importancia de estos espacios en la conciencia colectiva. El paisaje, entendido como la fusión de elementos naturales, sociales y arquitectónicos, debería ser considerado un bien común que merece protección y cuidado. No obstante, la discusión en torno al sobreturismo no se limita a la protección del paisaje. También abarca la necesidad de un cambio de mentalidad en la forma en que concebimos el turismo. Desde un enfoque educativo, es crucial inculcar desde la infancia un respeto profundo por la belleza y la singularidad de cada lugar. Esta perspectiva no solo preservaría el patrimonio cultural, sino que también fortalecería la identidad de las comunidades locales, ayudándolas a resistir presiones externas que amenazan su modo de vida. La situación actual es compleja. Las decisiones políticas y administrativas deben ser tomadas con cautela y desde un enfoque multidisciplinario, incorporando las voces de los locales, expertos en turismo sostenible y ambientalistas. La gestión del turismo debe ir más allá de medidas temporales y parches; necesitamos un enfoque holístico que contemple tanto el bienestar de las comunidades como la preservación del entorno. Al mismo tiempo, es importante reconocer que las soluciones no son simples. El turismo es un motor económico vital, y reducir su impacto no implica eliminarlo por completo. Se trata más bien de encontrar un equilibrio, donde el visitante pueda disfrutar de la experiencia sin despojar a la comunidad de su esencia. Este equilibrio podría lograrse a través de una regulación más estricta sobre el número de visitantes en lugares icónicos, así como el fomento de destinos menos conocidos que puedan distribuir mejor el flujo turístico. A medida que se desarrollan estos debates, la voz del Derecho tiene, sin duda, un papel fundamental en la mediación de estos conflictos. Como lo sugirió el abogado y escritor Ferdinand Von Schirach, la protección del paisaje y la protección de los derechos de los ciudadanos deben ir de la mano. En un contexto donde la justicia y la equidad se ven amenazadas, es esencial que las democracias mantengan un sistema judicial independiente que pueda contrarrestar cualquier intento de abuso de poder, ya sea por parte de corporaciones turísticas o gobiernos locales. Este verano, mientras escuchamos las canciones que nos acompañan en la calidez de los días, no podemos olvidar también la resonancia de los problemas que nos rodean. La realidad del sobreturismo es una melodía dolorosa que interrumpe la armonía de nuestros paisajes. La cuestión ahora es si estaremos dispuestos a tomar acciones que aseguren que, en los veranos venideros, podamos disfrutar de un equilibrio entre el turismo y la protección de nuestra herencia cultural y natural. La música del futuro dependerá de las decisiones que tomemos hoy.

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