
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Ecuador se encuentra en un momento decisivo, ya que el próximo domingo se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en una segunda vuelta que enfrenta nuevamente a Daniel Noboa y Luisa González. Esta reedición de la contienda electoral, marcada por un empate técnico en las encuestas, trae consigo un contexto político, social y económico que dista significativamente de lo vivido en 2023. El actual presidente, Daniel Noboa, y la candidata de oposición, Luisa González, llegan a esta segunda vuelta sin un claro favorito, según las encuestas de Comunicaliza y Telcodata, que muestran un margen de error que podría inclinar la balanza hacia cualquiera de los dos. Noboa, que en las elecciones de octubre de 2023 se convirtió en el presidente más joven de la historia del país, ganó entonces con un escaso margen de 3.7 puntos sobre González. Ahora, la competencia es aún más reñida, con ambos candidatos mostrando porcentajes similares de apoyo en la intención de voto. El clima electoral en esta ocasión está marcado por una profunda preocupación por la seguridad y la crisis económica que enfrenta Ecuador. Desde la primera vuelta, el país ha visto un aumento alarmante en la violencia relacionada con el narcotráfico, lo que ha impactado la percepción de los ciudadanos sobre la capacidad del gobierno para garantizar la seguridad. Mientras que en 2023 la inseguridad ya era un tema candente, la escalada de violencia en 2024 ha llevado a que el 40% de los votantes lo considere su principal preocupación, un hecho que sin duda influirá en su decisión. El analista Caroline Ávila subraya que Noboa llegó a la primera vuelta de 2023 como un candidato relativamente desconocido, cuya imagen fresca y su discurso sobre la seguridad le permitieron capitalizar el voto anticorreísta. Sin embargo, tras año y medio en el cargo, el desgaste de su administración y la falta de resultados concretos en materia de seguridad han modificado su percepción ante el electorado. Noboa se enfrenta a la necesidad de defender su gestión y justificar las promesas incumplidas, algo que podría jugar en su contra. Por otro lado, Luisa González ha visto un cambio notable en su perfil desde las elecciones de 2023. La exasambleísta, asociada al legado del correísmo, ha intentado distanciarse de la imagen del expresidente Rafael Correa, y su discurso ha evolucionado para atraer a votantes más centristas y moderados. Esta transformación incluye un enfoque más fuerte en cuestiones económicas, destacando propuestas concretas como el fortalecimiento de la educación pública y el impulso de energías renovables. Sin embargo, su capacidad para atraer a votantes que tradicionalmente desconfían del correísmo sigue siendo una incógnita. La alianza de González con el movimiento indígena Pachakutik, liderado por Leonidas Iza, es otro elemento crucial en su estrategia para ganar apoyo. Esta colaboración podría fortalecer su campaña, aunque todavía existe resistencia en las bases de Pachakutik hacia el correísmo, lo que significa que no hay garantías de que sus votantes brinden su apoyo masivo a González. Aún así, este movimiento puede ser un factor determinante que la ayude a romper el llamado "techo" del correísmo que ha limitado sus posibilidades en el pasado. La situación económica de Ecuador también es un tema central en esta segunda vuelta. La recesión técnica que el país ha experimentado este año ha llevado a un aumento en la pobreza y el desempleo, mientras que los apagones han afectado severamente la producción y el empleo. A pesar de que el gobierno de Noboa logró un préstamo significativo del FMI y ha mantenido la inflación bajo control, la percepción de los votantes sobre la falta de resultados económicos concretos ha generado frustración y descontento. Noboa, a pesar de enfrentar estos desafíos, sigue contando con un respaldo considerable, en parte gracias a su relación con sectores clave del poder, como los altos mandos de la fuerza pública y el aparato judicial. Esta conexión ha sido fundamental para mantener su apoyo, aunque las críticas a su gestión en materia de derechos humanos y seguridad han dejado una sombra sobre su administración. Por su parte, Luisa González ha continuado señalando las falencias de la gestión de Noboa, aunque su falta de propuestas claras y convincentes en algunos frentes podría limitar su capacidad para captar el voto de quienes buscan un cambio real. A medida que se acerca el día de la elección, muchos votantes parecen decidir su voto más en función de un rechazo a la gestión de Noboa que a una adhesión entusiasta a las propuestas de González. Con ambos candidatos en un empate técnico, el resultado de esta segunda vuelta es incierto. La votación del domingo no solo decidirá quién liderará Ecuador, sino que también reflejará la dirección política del país en un momento crucial. Los votantes deberán sopesar sus experiencias recientes y sus expectativas respecto al futuro, en un contexto donde la seguridad y la economía juegan un papel determinante en la toma de decisiones. El desenlace de esta contienda electoral marcará un capítulo nuevo en la historia política de Ecuador.