El legado de AMLO en Pemex: entre promesas de soberanía y crisis financiera

El legado de AMLO en Pemex: entre promesas de soberanía y crisis financiera

El legado de AMLO en Pemex es complejo: promesas de soberanía energética chocan con una crisis financiera y producción en declive.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro

En el contexto de la transición de administración en México, el legado del presidente Andrés Manuel López Obrador respecto a Petróleos Mexicanos (Pemex) se presenta como un rompecabezas de promesas y realidades. A menos de 40 días del fin de su mandato, el sueño de una soberanía energética se ha visto desdibujado por un panorama financiero complicado. A pesar de las inyecciones de capital que superan el billón de pesos, Pemex no solo mantiene un pasivo financiero de más de 99.000 millones de dólares, sino que también enfrenta una producción en declive que apenas alcanza 1,7 millones de barriles diarios. El nuevo director de Pemex, Víctor Rodríguez Padilla, asumirá el liderazgo en un contexto extremadamente delicado. Con más de 40 años de experiencia en el sector energético, Rodríguez Padilla se encuentra ante el reto monumental de reestructurar una empresa que sigue siendo la más endeudada del mundo. A pesar de una ligera disminución en la deuda desde los 105.000 millones de dólares en 2018, los compromisos financieros continúan siendo apremiantes, con pagos de 4.800 millones de dólares que deben cumplirse antes de que finalice el año, y otros 7.100 millones que se acumulan para 2025. Desde el inicio de su administración, López Obrador había prometido un rescate integral para Pemex, con el objetivo de revertir su caída en la producción y garantizar la autosuficiencia energética del país. Sin embargo, el costo de proyectos emblemáticos como la refinería de Dos Bocas ha multiplicado su presupuesto original, llegando a los 16.000 millones de dólares. A su vez, la incapacidad de la empresa para obtener resultados positivos ha llevado a pérdidas por 256.000 millones de pesos en el segundo trimestre del año, reflejando un deterioro en sus operaciones. El cuestionamiento sobre la efectividad de las políticas implementadas durante este sexenio no se ha hecho esperar. Aunque el Gobierno ha extendido la condonación de impuestos a Pemex, lo cual representa un alivio temporal, la relación entre la empresa y su capacidad de recuperación sigue siendo un tema de debate. Expertos como Miriam Grunstein han señalado que, aunque se identificaron fallas en la reforma energética de Enrique Peña Nieto, las soluciones propuestas en el actual mandato no han sido suficientes para garantizar la estabilidad de Pemex. La falta de una estrategia clara para atraer inversión privada tras la cancelación de asociaciones con empresas externas ha dejado a la petrolera en una posición vulnerable. Si bien ha habido una reciente apertura hacia la colaboración con el sector privado, queda por verse cómo se estructurarán estas relaciones en la próxima administración de Claudia Sheinbaum. La incertidumbre sobre el futuro de Pemex podría impactar no solo su viabilidad financiera, sino también el panorama energético del país. En la evaluación de Fitch Ratings, se ha destacado que Pemex y Petrobras se encuentran en extremos radicalmente opuestos en términos de rentabilidad. Mientras que Petrobras ha logrado mantener un flujo de efectivo robusto, Pemex se enfrenta a una crisis de liquidez con pagos inminentes que ponen en riesgo su operatividad. Estos desafíos no son simplemente numéricos; reflejan la necesidad urgente de una reestructuración que permita a la empresa regresar al camino del crecimiento. El panorama se torna más oscuro al considerar que la producción actual de Pemex se encuentra por debajo de las cifras registradas hace más de una década, y lejos de los picos históricos de producción. Con la meta de alcanzar al menos 1,8 millones de barriles diarios, el nuevo liderazgo de Pemex tendrá que actuar rápidamente para revertir la tendencia y asegurar el autoabastecimiento de sus refinerías. La presión sobre Rodríguez Padilla será intensa, no solo por la situación financiera que enfrenta Pemex, sino también por las expectativas de la nueva administración. La promesa de soberanía energética podría depender de las decisiones que se tomen en los próximos meses. La presión de los acreedores y la necesidad de un enfoque renovado hacia la exploración y producción serán claves en su agenda. En este contexto, la figura de Rodríguez Padilla como un académico con un profundo conocimiento del sector energético se convierte en una esperanza. Sin embargo, la tarea que tiene por delante es monumental. Un manejo efectivo de la deuda y la capacidad de implementar cambios significativos en la operación de Pemex serán esenciales para cambiar el rumbo de la empresa y cumplir con las expectativas de los ciudadanos y el gobierno. A medida que se acerca el final de la administración de López Obrador, el destino de Pemex se mantiene en un limbo de incertidumbre. La transición hacia un nuevo liderazgo podría marcar un punto de inflexión, pero el camino hacia la recuperación será arduo y requerirá decisiones audaces y estratégicas para salir del laberinto de la deuda que ha limitado a la petrolera en los últimos años. La historia de Pemex, la soberanía energética y el futuro energético de México están entrelazados en una encrucijada crítica.

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