Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La disparidad en la distribución de ingresos en España se ha vuelto un tema central en los debates económicos y sociales. Un análisis reciente revela cómo la mayoría de la población, representada por perfiles como Ángela Montaner, Hugo Pastor y Mario Ferrer, depende fundamentalmente de su trabajo para subsistir. Montaner, con ingresos anuales de 26.000 euros como educadora social, Pastor, un empleado de mantenimiento que complementa su sueldo con rendimientos de depósitos, y Ferrer, un alto funcionario que obtiene algo más de 2.000 euros a través de pequeñas inversiones, ilustran cómo las clases medias y bajas se ven atrapadas en un sistema que privilegia a un pequeño grupo de inversionistas. Los datos del Ministerio de Hacienda evidencian que nueve de cada diez personas en España se sitúan en tramos de base imponible entre 18.000 y 60.000 euros anuales, donde el trabajo representa casi el 90% de los ingresos. Sin embargo, a medida que se avanza en la escala de ingresos, esta tendencia se invierte. A partir de los 240.000 euros anuales, la contribución del trabajo a los ingresos totales desciende por debajo del 50%, y al superar los 600.000 euros, representa solo el 30%. Esta realidad plantea serias interrogantes sobre el futuro económico de las clases trabajadoras. El contraste en la estructura de ingresos se manifiesta de manera más aguda cuando se analiza la relación entre la inversión y los ingresos salariales. En los cuatro primeros quintiles de renta, alrededor del 80% de la población, la inversión apenas representa un 3% de la ganancia media. Sin embargo, en el 20% más rico, esta cifra se dispara, llegando al 63% en el 1% más acaudalado. La educación financiera, el acceso a oportunidades de inversión y la capacidad de ahorro son privilegios que no todos pueden permitirse, lo cual acentúa la brecha existente. Mientras que Montaner y Pastor expresan sus reservas y limitaciones para invertir, la directora de grandes patrimonios en ATL Capital, Alejandra Hernández, describe a los inversores de alto nivel como aquellos que siempre tienen un músculo financiero que les permite embarcarse en proyectos enriquecedores. Este fenómeno no solo se limita a la capacidad de inversión, sino que también se ve influenciado por la normativa fiscal vigente. El diseño del IRPF favorece a las rentas del capital frente a las rentas del trabajo, lo que se traduce en un tipo impositivo más bajo para las ganancias de inversión. Los datos indican que el 93% de los contribuyentes tributan a través de la base general, mientras que solo el 38% lo hace por la base del ahorro, un porcentaje que crece en los tramos más altos de renta. Esto sugiere una concentración de riqueza en los segmentos más altos de la sociedad, que pueden beneficiarse de una estructura fiscal que les permite acumular más capital. A medida que los altos ingresos dependen cada vez más de sus inversiones, se perpetúa una situación donde la movilidad social se ve limitada. El investigador Javier Soria, de la Universidad de Harvard, aporta una perspectiva adicional al analizar la movilidad social en España. Los datos muestran una correlación preocupante entre la clase de los padres y el estatus económico de los hijos. Solo un 3,77% de quienes alcanzan el 1% más rico provienen de familias del decil más bajo, lo que pone de manifiesto que la ascensión social es un objetivo inalcanzable para la mayoría. Esta falta de movilidad no solo afecta a los individuos, sino que también tiene implicaciones en la estructura social y política, donde una élite económica perpetúa sus privilegios. La normativa fiscal, que concede un tratamiento más favorable a las rentas del ahorro, refuerza aún más esta brecha. Las rentas del trabajo tributan a tipos más elevados, mientras que las rentas del capital disfrutan de impuestos que no superan el 28%. Esta situación crea un sistema regresivo que beneficia a los más ricos, quienes pueden evadir una parte significativa de sus responsabilidades fiscales a través de estrategias de inversión. Los expertos coinciden en que esta dinámica genera un círculo vicioso que impide a las clases trabajadoras salir de su situación. La falta de capacidad de ahorro y la dependencia de ingresos salariales estables limitan la posibilidad de invertir y, por ende, de aumentar su riqueza. La desigualdad no solo es económica, sino que también está arraigada en la falta de oportunidades y recursos para acceder a la inversión. El futuro de la economía española está en juego. Si no se implementan reformas que promuevan una mayor equidad fiscal y faciliten el acceso a la inversión para las clases medias y bajas, la brecha entre ricos y pobres solo seguirá creciendo. Las políticas públicas tendrán un papel crucial en la corrección de esta desigualdad y en la reequilibración del sistema económico para asegurar que todos los ciudadanos tengan la posibilidad de participar en la creación de riqueza. Sin cambios significativos, la perpetuación de esta élite privilegiada será un obstáculo insalvable para el desarrollo social y económico del país.