Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Han transcurrido 730 días desde que el actual Gobierno asumió las riendas del país, un periodo que muchos ciudadanos consideran un verdadero calvario. La sensación de angustia y desánimo ha permeado en la sociedad, donde no solo se ha debilitado la confianza en las instituciones, sino también la estabilidad económica, que parece estar en un estado comatoso. Desde la llegada del presidente Gustavo Petro, las decisiones políticas han sido objeto de críticas y controversias, dejando a la población con un sentimiento de incertidumbre y desilusión. La economía, que había comenzado a recuperarse tras los estragos de la pandemia, ha sufrido un duro golpe. La inflación ha aumentado, y aunque en otras naciones ha mostrado signos de desaceleración, en Colombia la bajada es más lenta. Las familias, particularmente aquellas en estratos medios y bajos, se han visto obligadas a reducir su consumo, ya que los precios siguen creciendo más rápido que sus ingresos. Esto ha llevado a un círculo vicioso en el cual el ahorro se desploma, la inversión se estanca y el consumo se paraliza, creando un ambiente de recesión inminente. La política del Gobierno ha impactado de manera negativa en diversos sectores económicos. La vivienda, que anteriormente mostraba un crecimiento estable, ha quedado estancada ante la falta de claridad y de una política coherente. Por otro lado, el sector del petróleo y el gas se ha visto golpeado por regulaciones agresivas que desincentivan la inversión a largo plazo. La incertidumbre sobre la política energética y la inacción frente a las crisis en el suministro de gas en la Costa Caribe son un claro indicativo de la falta de visión del Ejecutivo. A pesar de estos desafíos, la respuesta del Gobierno ha sido frustrante. En lugar de buscar soluciones que reactiven el consumo y la inversión privada, se han optado por medidas de gasto público que no logran compensar el declive. Las reformas tributarias han aumentado la carga fiscal para los ciudadanos, mientras que la ejecución del gasto ha sido deficiente y marcada por escándalos de corrupción. Estos escándalos, que parecen eclipsar cualquier intento de avance, desdibujan la confianza que la población podría tener en la Administración. Además, la incertidumbre política se ha intensificado con un ambiente cada vez más polarizado, donde el Gobierno parece más enfocado en sus agendas específicas que en la estabilidad del país. Con reformas en curso que abarcan desde la salud hasta las estructuras tributarias, el panorama se presenta caótico. La falta de un rumbo claro y el activismo de algunos ministros, que comparten la misma retórica del presidente, complican aún más la situación económica. Es evidente que el país se encuentra en un momento crítico. Sin un cambio de dirección, el futuro parece sombrío. La pregunta que muchos se hacen es si estos 730 días han sido un aprendizaje para el Gobierno o si simplemente se continuará en la misma dirección errática. A medida que se aproxima el tercer año de mandato, la necesidad de un nuevo enfoque es más urgente que nunca. Sin embargo, la esperanza de un cambio de rumbo se ve opacada por el hecho de que aún existe un 30% de aceptación hacia este Gobierno, lo que podría facilitar su permanencia en el poder hasta las próximas elecciones. Este apoyo, aunque parece frágil, podría darles la oportunidad de seguir implementando políticas que muchos consideran desastrosas. La política, tal como se ha visto en otras naciones, no siempre castiga la ineptitud, y Colombia no es la excepción. En medio de esta tormenta, los ciudadanos anhelan claridad y dirección. La posibilidad de que el país continúe bajo este enfoque hasta 2030 es una perspectiva aterradora para muchos, que ya han vivido los efectos de una administración que parece no aprender de sus errores. La necesidad de una reflexión profunda sobre las decisiones tomadas en estos dos años es imperativa. El camino a seguir no es sencillo, y el tiempo apremia. Cada día que pasa sin un cambio significativo en la política económica y social del país es un día que se pierde en la lucha por un futuro mejor. A medida que se avanza hacia el tercer año de Gobierno, la pregunta central es si el liderazgo será capaz de escuchar el clamor de su pueblo y redirigir sus esfuerzos hacia una verdadera reactivación, o si, por el contrario, permanecerán atrapados en un ciclo de desaciertos que solo prolongará el sufrimiento de millones de colombianos.