Crisis política en Perú: Dina Boluarte enfrenta descontento y falta de apoyo

Crisis política en Perú: Dina Boluarte enfrenta descontento y falta de apoyo

La presidencia de Dina Boluarte en Perú enfrenta críticas por su falta de liderazgo y conexión con la ciudadanía, generando descontento y desconfianza.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro
Política

La situación política en Perú ha tomado un rumbo inquietante bajo la presidencia de Dina Boluarte, quien, a pesar de haber llegado al poder con un gran potencial simbólico, se ha ido alejando de la escena pública y de las expectativas que se tenían sobre su gestión. Este año, el país ha sido testigo de un avance en la agenda retrógrada de ciertos grupos en el Congreso, la casi total disolución de una oposición efectiva y un notable desinterés por parte de la presidenta por liderar cambios significativos. Dina Boluarte, tras convertirse en la primera presidenta mujer del Perú y en un contexto de inestabilidad política, tenía la oportunidad de marcar una diferencia. Su ascenso al poder se dio en un periodo de convulsión, tras la destitución de Pedro Castillo, lo que le ofrecía una plataforma para impulsar reformas sociales y económicas. Sin embargo, en lugar de aprovechar esa coyuntura, su gobierno ha estado marcado por decisiones que han debilitado las bases del Estado y han perjudicado la imagen internacional del país. Desde su llegada al poder, Boluarte ha optado por una estrategia que ha llevado al colapso de los avances en sectores críticos como la educación y los derechos humanos. La creciente represión y la falta de diálogo con los sectores sociales que inicialmente la apoyaron han sido una constante en su gestión. En lugar de convertirse en un símbolo de cambio y esperanza, su presidencia ha sido percibida como una continuación del deterioro institucional iniciado con su predecesor. Es indudable que Boluarte ha enfrentado dificultades significativas. La oposición de los partidarios de Castillo y las protestas en respuesta a la violencia policial han complicado su mandato. Sin embargo, estos desafíos no eximen a la presidenta de la responsabilidad de sus decisiones. Al elegir permanecer en el poder sin convocar elecciones y al rodearse de un grupo de colaboradores de línea dura, ha perdido el apoyo de aquellos que podrían haber sido sus aliados en la búsqueda de reformas necesarias. La falta de un partido político propio y su escasa experiencia gubernamental también han jugado un papel en su incapacidad para conectar con los ciudadanos. Si bien su condición de mujer y su historia personal podrían haberla colocado en una posición privilegiada para generar empatía y apoyo, su enfoque ha distanciado a las clases medias y populares que podrían haberse sentido representadas por su figura. Esta desconexión ha dejado un vacío que podría tener graves repercusiones en el futuro político del país. Los efectos de esta gestión insatisfactoria se reflejan en la opinión pública. Las encuestas indican que una parte significativa de la población apoya un golpe de Estado como respuesta a la corrupción, lo que denota un grave deterioro de la confianza en las instituciones. Además, la desesperanza entre los jóvenes es alarmante, con muchos considerando abandonar el país en busca de mejores oportunidades. Este escenario plantea un desafío monumental para cualquier líder que aspire a restaurar la fe en el sistema político. A medida que el país se acerca a nuevos rituales de la política tradicional, como el discurso de Fiestas Patrias, Boluarte tiene una oportunidad crucial para cambiar el rumbo de su presidencia. Sin embargo, su comportamiento ensimismado y su insistente dependencia del Congreso han hecho que muchos se pregunten si tiene la capacidad de liderar un cambio significativo. Si desea evitar ser recordada como una de las mayores decepciones en la historia del Perú, deberá demostrar un compromiso genuino con la justicia y la reforma. La historia no solo juzga a los líderes por sus intenciones, sino también por sus acciones. Boluarte deberá enfrentar las consecuencias de su mandato, que no solo incluye la crítica política, sino también la posibilidad de un juicio por acciones tomadas durante su presidencia. Esta carga personal podría estar influyendo en su manera de gobernar, llevándola a adoptar una posición defensiva en lugar de proactiva. Sin embargo, el tiempo se agota. Las oportunidades para revertir la situación actual son limitadas y cada día que pasa sin una respuesta clara y contundente a las demandas de la ciudadanía fortalece el descontento general. Si no actúa con celeridad y decisión, el legado de Dina Boluarte podría quedar marcado por la insatisfacción y el desencanto, un costo demasiado alto para un país que ha luchado por su democracia durante generaciones.

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