Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Transcurrida la primera mitad del año, la realidad económica del Perú se presenta ante nosotros con un panorama que deja mucho que desear. A medida que nos adentramos en la última semana de junio, es evidente que la velocidad de recuperación de la economía nacional es insuficiente para lograr un crecimiento significativo y sostenido. Tras un año marcado por proyecciones optimistas que no se cumplieron, en el 2024 las expectativas se han mantenido más moderadas. Las cifras de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) se han movido en un rango estrecho, situándose en alrededor del 2,5% al 3%, con el Banco Central de Reserva (BCR) pronosticando un crecimiento del 3,1% para el año en su último reporte de inflación. A pesar de un crecimiento del 5,3% en abril, la mayoría de las proyecciones se mantienen en torno al 3%. Esta tasa de crecimiento cercana al 3% se proyecta no solo para este año, sino también para el próximo, según organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, este escenario representa un desperdicio de potencial para un país como el Perú, que cuenta con altos precios de minerales, principalmente el cobre, y un contexto global de relativa estabilidad económica. La inversión privada, clave para el desarrollo de sectores como la minería, ha mostrado un crecimiento moderado del 2,4% este año, a pesar de las condiciones favorables en el mercado de minerales. Esta falta de dinamismo en la inversión refleja una pérdida de competitividad del Perú a nivel global, con caídas en rankings de competitividad que evidencian debilidades estructurales. El deterioro económico no es solo resultado de factores externos, sino que también se encuentra intrínsecamente ligado a la disfuncionalidad del sistema político peruano. La incertidumbre generada por las próximas elecciones generales del 2026 ha sembrado escepticismo entre empresarios, quienes dudan en realizar inversiones a largo plazo. Esta falta de confianza se traduce en un menor gasto por parte de las familias peruanas, que aún no han logrado recuperar los niveles de consumo pre-pandemia. Ante este panorama, es urgente que tanto el Ejecutivo como el Congreso asuman un rol activo en la reactivación económica del país. Es imperativo sentar las bases para un crecimiento sostenido por encima del 4% a partir del próximo año, especialmente considerando el aumento constante de la pobreza en el país. La inestabilidad política y la falta de decisiones efectivas han contribuido al estancamiento económico actual, evidenciando la necesidad de un cambio de rumbo en la gestión gubernamental. En conclusión, el Perú se encuentra en un momento crítico en el que es necesario tomar medidas concretas para impulsar el crecimiento y mejorar la competitividad a nivel internacional. La situación económica actual requiere de un liderazgo comprometido y visionario que pueda enfrentar los desafíos presentes y construir un futuro próspero para todos los peruanos.