Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En los últimos días, el hemiciclo del Congreso ha sido testigo de una triste y vergonzosa escenificación protagonizada por la suspendida congresista María Cordero. Con lágrimas fingidas y una actuación digna de un premio a la hipocresía, Cordero intentó evitar perder su curul ante sus colegas parlamentarios. A pesar de su intento desesperado por mantenerse en el cargo, la artimaña de Cordero casi da resultado. Inicialmente, el pleno del Congreso no logró reunir los votos necesarios para levantarle la inmunidad ni para inhabilitarla. Sin embargo, gracias a la intervención de algunos legisladores que hicieron valer el sentido común, se reconsideró la votación y se decidió suspender a Cordero del cargo hasta que su caso se resuelva en la vía judicial. María Cordero representa lo peor de la política: un personaje sin escrúpulos que utiliza su posición para beneficiarse a costa de los demás. La excongresista de Fuerza Popular ha sido denunciada por exigir a su exasesor la mitad de su salario, además de utilizarlo para tareas ajenas a su labor parlamentaria, como hacer compras personales, como una papaya, o servir de chofer. Este comportamiento abusivo y deshonesto no hace más que ensuciar la política y socavar la confianza de la ciudadanía en sus representantes. La decisión del Congreso de suspender a Cordero, pero no inhabilitarla, es un paso a medias. Aunque no podrá retomar su curul hasta que se resuelva su proceso judicial, la posibilidad de que pueda postularse nuevamente en el futuro si no es condenada, deja un sabor amargo en la boca de quienes esperan una justicia efectiva y contundente. Es importante mencionar a los 30 congresistas que votaron en contra del castigo a Cordero o se abstuvieron. Su complicidad con la corrupción y la impunidad solo refuerza la necesidad de una renovación política que erradique a los personajes nefastos que buscan enriquecerse a costa del sufrimiento de otros. La sociedad espera que casos como el de María Cordero no queden impunes y que sirvan como un precedente para futuros comportamientos abusivos dentro del Congreso. Es necesario que se haga justicia y que aquellos que hayan cometido faltas éticas o legales reciban las sanciones correspondientes. La ciudadanía merece representantes dignos y honestos, no actores de teatro que buscan beneficiarse a costa de los demás.