Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Claudia Sheinbaum se prepara para asumir la presidencia de México el 1 de octubre, y muchos ven en su elección una oportunidad dorada para revivir el potencial energético del país, especialmente en el campo de las energías limpias. Aclamada por su formación académica y su historial en la lucha contra el cambio climático, Sheinbaum parece estar en la posición idónea para liderar una transformación ecológica en la nación. Sin embargo, las señales que emite su administración generan preocupación entre ecologistas y expertos en políticas energéticas, quienes advierten sobre un enfoque que podría resultar confuso y perjudicial. A pesar de las credenciales que la respaldan, su alineación con las políticas del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), plantea interrogantes sobre su compromiso real con la transición ecológica. Sheinbaum ha manifestado su intención de promover una agenda energética que, según sus palabras, hará de las energías renovables el sello de su gobierno. Sin embargo, su defensa del control estatal sobre las empresas energéticas, incluyendo Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), sugiere que podría haber un retroceso en las reformas que permitieron la apertura del sector a la inversión privada. La propuesta de reforma constitucional que busca fortalecer el monopolio de Pemex y la CFE es un punto crítico que podría desmantelar los avances logrados en el sector energético desde 2013. Los analistas advierten que esta reforma no solo socavaría la autonomía del poder judicial y del regulador energético, sino que también podría llevar a un entorno desfavorable para la inversión privada. Esta situación es alarmante para los inversionistas que habían comenzado a ver a México como un destino atractivo para el desarrollo de energías limpias. El potencial energético de México es vasto, con capacidades para generar miles de gigavatios a través de energías solar, eólica y geotérmica. Sin embargo, las políticas de AMLO han revertido en gran medida los avances logrados en años anteriores, priorizando el uso de combustibles fósiles y centralizando el control en manos de las empresas estatales. Esto ha resultado en un aumento de las tarifas eléctricas y una disminución en la inversión extranjera en el sector energético, lo cual no solo limita las opciones energéticas del país, sino que también compromete su competitividad en el contexto global. La situación actual de Pemex es reveladora: una empresa profundamente endeudada y con una capacidad de producción que ha disminuido drásticamente. A pesar de los esfuerzos por reanimar la compañía, el futuro de Pemex sigue siendo incierto. La opción de diversificación hacia energías más limpias, como el hidrógeno verde y el litio, se presenta como un camino viable, pero solo si se acompaña de un cambio de rumbo significativo en las políticas energéticas. Sheinbaum también se enfrenta al desafío de garantizar la soberanía energética mientras promueve la inversión en energías renovables. Sin embargo, esto podría resultar ser un acto de equilibrio imposible, ya que mantener el control mayoritario de la CFE limitaría la capacidad de las empresas privadas para operar de manera efectiva. Además, la nueva ministra de Energía ha dejado claro que la prioridad será asegurar el dominio estatal en el sector, lo que podría complicar aún más el panorama para las energías limpias. El déficit presupuestario que heredará Sheinbaum, el más alto en tres décadas, plantea otro obstáculo significativo. Mientras que su promesa de invertir US$ 14,000 millones en el sector energético es un paso en la dirección correcta, muchos expertos coinciden en que esta cifra es insuficiente. La infraestructura energética de México necesita una inyección de capital mucho mayor para satisfacer la creciente demanda y modernizar un sistema obsoleto. La resistencia de Sheinbaum a alejarse de las políticas de su mentor podría tener implicaciones profundas para la economía mexicana. Con un 91% de los parques industriales reportando problemas de suministro energético como el principal factor que frena la inversión, es evidente que se necesita un enfoque renovado y proactivo en la gestión energética. Las empresas globales están cada vez más comprometidas con la sostenibilidad, y su capacidad para operar en México dependerá de la disponibilidad de energía limpia y confiable. El camino que tome Claudia Sheinbaum en su presidencia determinará no solo el futuro energético de México, sino también su posición en la lucha global contra el cambio climático. La comunidad internacional observa con atención, y cualquier desviación de un enfoque sostenible podría tener repercusiones significativas. La pregunta que queda en el aire es si la nueva presidenta podrá cumplir las expectativas que ha generado o si, por el contrario, se quedará atrapada en el legado energético de AMLO, un legado que ha demostrado ser, hasta ahora, más sucio que limpio.