Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En la era de la tecnología y la inteligencia artificial, el aumento del contenido deepfake ha sido motivo de preocupación en varios frentes. Si bien se ha prestado mucha atención de manera justificada a los videos deepfake que manipulan figuras públicas con fines políticos, existe un lado más oscuro y pernicioso de este fenómeno que a menudo pasa desapercibido: la proliferación de videos y fotos deepfake desnudos que apuntan a humillar a mujeres y niñas. Un estudio reciente reveló una estadística preocupante: el 98 por ciento de los videos deepfake en línea son pornográficos, con un impactante 99 por ciento de los objetivos siendo mujeres y niñas. Esta tendencia alarmante destaca un problema persistente que no solo viola la privacidad y la dignidad de las personas, sino que también perpetúa estereotipos dañinos y la objetivación de las mujeres. La explotación se extiende más allá de celebridades como Taylor Swift, cuya imagen fue utilizada en un video falso de desnudos que conmocionó a internet. Las empresas obtienen ganancias vendiendo publicidad y suscripciones para sitios web que alojan videos sexuales falsos de varias figuras femeninas, desde actrices hasta políticas. Los motores de búsqueda como Google dirigen tráfico a estos videos explícitos, dejando a las víctimas con pocas vías de recurso. Lo que hace que este problema sea aún más angustiante es el hecho de que las niñas menores de edad son a menudo blanco. El caso de Francesca Mani, una estudiante de secundaria de 14 años de Nueva Jersey, sirve como un ejemplo impactante del devastador impacto de la tecnología deepfake. Imagina el horror de ser convocada a la oficina de la escuela solo para descubrir que tus compañeros de clase han utilizado un programa para crear imágenes falsas desnudas de ti y otras niñas. El sentido de violación y humillación experimentado por Francesca y sus compañeras es inimaginable, agravado por la insensibilidad de quienes se burlan de su angustia. La valentía de Francesca al hablar y buscar justicia es loable, pero no debería recaer únicamente en las víctimas abordar este problema. Es imperativo que las autoridades, las empresas tecnológicas y la sociedad en general tomen una posición en contra de la proliferación de contenido deepfake desnudo que apunta a mujeres y niñas. El costo emocional y psicológico infligido por estos actos maliciosos no puede subestimarse, y se necesita una acción decisiva para responsabilizar a los perpetradores y prevenir más daños. A medida que navegamos por el complejo paisaje de la tecnología y su impacto en nuestras vidas, salvaguardar la dignidad y los derechos de las mujeres y las niñas debe ser una prioridad principal. La normalización del contenido deepfake desnudo perpetúa una cultura de explotación y misoginia que ya no podemos permitirnos ignorar. Es hora de un esfuerzo colectivo para combatir esta degradación digital y defender el principio fundamental del respeto por todas las personas, independientemente de su género.