Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La economía chilena, reconocida en la década de los noventa como el “jaguar de América Latina”, se enfrenta hoy a uno de sus mayores desafíos: lograr un crecimiento sostenido en medio de un contexto internacional incierto y un panorama interno que ha oscilado entre la esperanza y el pesimismo. Desde un crecimiento promedio del 4,3% anual entre 2005 y 2014, las proyecciones actuales del Banco Central sugieren que el Producto Interno Bruto (PIB) de Chile podría registrar una expansión de solo entre el 2,25% y el 2,75% para 2024, y aún más preocupante, un promedio de 1,8% durante la próxima década. Hermann González, economista del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas, ha observado cómo las expectativas han cambiado drásticamente en el último año. Inicialmente, se pensaba que Chile podría recuperarse rápidamente después de una leve contracción en 2023, pero las cifras del segundo trimestre resultaron decepcionantes, sumando a la incertidumbre. El leve crecimiento del PIB, que apenas alcanzará un 2,5% este año, se aleja de las cifras registradas en años anteriores y refleja un debilitamiento económico palpable. Sin embargo, la reciente publicación del Indicador Mensual de Actividad Económica (Imacec) ha traído algo de alivio. Este indicador mostró un aumento del 4,2% en julio, el ritmo más rápido en dos años. A pesar de este dato positivo, los expertos advierten que se trata de un efecto transitorio y que no debe interpretarse como un cambio de tendencia. Vittorio Corbo, expresidente del Banco Central, señala que, a pesar de la alegría momentánea, la economía chilena se contrajo en términos anuales y sigue enfrentando un panorama complicado. El Gobierno del presidente Gabriel Boric parece mantenerse optimista ante estas proyecciones. El ministro de Hacienda, Mario Marcel, ha elogiado la recuperación de julio, sugiriendo que podría ser un signo de un crecimiento más sólido en los próximos trimestres. Este optimismo se apoya en la reciente reducción de la tasa de interés referencial del Banco Central, que ha caído a su nivel más bajo desde enero de 2022, lo que podría estimular la actividad económica y la inversión. No obstante, detrás de esta lentitud en el crecimiento se encuentran dificultades estructurales más profundas. González resalta que la productividad, el stock de capital y la participación laboral son factores clave que deben mejorarse si se busca un crecimiento sostenible. La educación y capacitación de la fuerza laboral son áreas que requieren atención urgente, pues son fundamentales para aumentar la competitividad. Además, Corbo menciona que el ambiente de inversión se ha deteriorado, lo que dificulta la aprobación de proyectos vitales para la economía, especialmente en sectores estratégicos como la minería. La tramitación de permisos se ha vuelto engorrosa, lo que frena iniciativas que podrían revitalizar la economía chilena. A pesar de esta situación, Corbo destaca que Chile no se encuentra en una crisis macroeconómica, gracias a un sistema financiero robusto y un Banco Central comprometido con la estabilidad. Las promesas de un crecimiento más robusto han comenzado a resonar en el ámbito político. Durante un reciente encuentro nacional, el presidente Boric instó a la ciudadanía a no conformarse con crecimientos del 2% y a luchar por una expansión más significativa. Esta llamada al optimismo fue respaldada por la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, quien también abogó por un crecimiento superior al de la media mundial. Sin embargo, el exsubsecretario de Hacienda, Alejandro Micco, advierte que el cambio en la perspectiva sobre el crecimiento económico debe ser una preocupación transversal en todo el espectro político. Si el crecimiento económico se convierte en el eje central de las políticas públicas, podría ser el primer paso hacia una recuperación genuina. No obstante, la efectividad de este cambio dependerá de la colaboración entre el gobierno, las empresas, y la sociedad en general. Finalmente, los economistas coinciden en que el estancamiento económico puede traducirse en tensiones sociales. La falta de crecimiento sostenible podría llevar a un malestar generalizado, similar al que se experimentó en el estallido social de 2019, que tuvo sus raíces en años de estancamiento. Para evitar que la insatisfacción popular resurja, es vital que se implementen políticas que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos, ofreciendo perspectivas de desarrollo y oportunidades económicas. La historia reciente de Chile exige un giro estratégico que permita volver a encaminar la economía hacia un futuro más próspero y equitativo.