Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La economía verde se ha convertido en el nuevo eje de desarrollo global, y China ha tomado el liderazgo en este cambio monumental. Desde mediados de los años noventa, el país asiático ha dejado atrás la producción de bienes de consumo masivo, como ropa y juguetes, para enfocarse en tecnologías que marcan la pauta del futuro sostenible. Hoy en día, China controla una vasta gama de productos renovables, incluyendo paneles fotovoltaicos, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y baterías de iones de litio, convirtiéndose en el principal proveedor global en estos sectores. En el último lustro, el auge de las baterías de iones de litio ha sido notable, superando a los módulos solares como el principal artículo de exportación de la economía verde china. La empresa Contemporary Amperex Technology (CATL), fundada en 2011 y que ya ocupa el 36,8% del mercado de baterías para vehículos eléctricos, es un claro ejemplo de este éxito. Con contratos con grandes fabricantes automovilísticos como BMW y Volkswagen, CATL no solo lidera el mercado nacional, sino que también ha comenzado a establecer su presencia en Europa, donde contrasta su competitividad frente a marcas tradicionales. El crecimiento del sector automotriz eléctrico en China ha sido vertiginoso. En 2022, el país superó a Japón como el mayor exportador de automóviles, con más de cuatro millones de unidades eléctricas vendidas al extranjero. Este avance se atribuye no solo a la eficiencia en costes de producción, que sitúa a los fabricantes chinos un 40% por debajo de sus competidores occidentales, sino también al apoyo de empresas como Tesla, que han sabido aprovechar este entorno favorable. Este entorno ha permitido que marcas chinas como BYD también se posicionen fuertemente en mercados internacionales. Sin embargo, este dominio ha generado preocupación en occidente. Los gobiernos de Estados Unidos y Europa han comenzado a implementar medidas proteccionistas, aumentando significativamente los aranceles de importación sobre vehículos y paneles solares fabricados en China. La respuesta es clara: la competencia de precios está desestabilizando los mercados locales y amenazando la industria en estas regiones. La situación en Europa es particularmente alarmante, ya que más del 95% de los paneles solares provienen de China. La Comisión Europea ha impuesto aranceles antidumping que van del 17,4% al 37,6%, buscando proteger a sus industrias locales ante la avalancha de productos más baratos. Aun así, la competitividad de estos productos chinos es tal que un módulo solar fabricado en China es un 50% más barato que uno europeo y un 65% más barato que uno estadounidense. El liderazgo de China no se limita solo a la producción, sino que también abarca la innovación. En el sector de turbinas eólicas, los fabricantes chinos han lanzado en cuatro años un asombroso número de 426 nuevos modelos, mientras que sus homólogos en Europa y América apenas han presentado 29. Esto pone de manifiesto no solo la capacidad de producción, sino también la agilidad y el dinamismo del sector renovable en China. Mientras que las empresas occidentales sufren pérdidas y se enfrentan a un mercado estancado, China continúa expandiendo su dominio. En 2023, el país exportó turbinas y componentes eólicos por valor de 1.420 millones de dólares a la Unión Europea y posee una participación del 60% en la producción global de energía eólica, dejando a Europa y Estados Unidos con solo el 19% y el 9% respectivamente. El futuro parece estar escrito con la tinta del desarrollo sostenible, y China está decidido a escribirlo. Con inversiones millonarias en tecnologías renovables, el país no solo se establece como un líder indiscutible en la cadena de suministro, sino que también anticipa una continuidad en su ventaja competitiva. Esto plantea un desafío innegable para las economías occidentales, que deberán adaptarse rápidamente si no quieren quedar rezagadas en esta nueva era de la economía verde. En conclusión, la política industrial china, unida a su capacidad de producción y costos competitivos, ha convertido al país en un faro de la economía renovable global. A medida que las tensiones comerciales se intensifican y la necesidad de un desarrollo sostenible se vuelve más apremiante, los gobiernos de occidente se encuentran en una carrera contra el tiempo para reintegrar sus industrias y asegurar su lugar en un futuro que, indudablemente, está marcado por el liderazgo chino.