IPC muestra señales de alivio, pero desafíos inflacionarios persisten en Europa

IPC muestra señales de alivio, pero desafíos inflacionarios persisten en Europa

El IPC muestra un aumento del 2,2%, ofreciendo esperanza en un contexto inflacionario, aunque persisten desafíos en servicios y economía europea.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro

La reciente publicación del índice de precios al consumo (IPC) ha traído consigo un rayo de esperanza en medio de un contexto económico marcado por la incertidumbre. Con un aumento interanual del 2,2%, este dato se sitúa ligeramente por encima de la media de la eurozona, que, en términos armonizados, también ha experimentado un repunte similar. Este resultado invita a reflexionar sobre la posibilidad de que estemos presenciando el ocaso de un periodo inflacionario que ha dejado su huella a raíz de la crisis energética y las disrupciones en las cadenas de suministro. Sin embargo, es crucial entender que este no es un signo de que la inflación haya desaparecido por completo, ya que el IPC subyacente se mantiene en un 2,7%. A medida que se analizan las cifras, se observa un notable alivio en la cesta de la compra, que comienza a abaratarse gracias a la caída de los costes de producción. Durante al menos cuatro meses, los precios de los alimentos elaborados han ido a la baja, mientras que los productos frescos también han experimentado una tendencia similar en los últimos dos meses. Esto sugiere que la inflación en estos componentes podría aproximarse al objetivo del 2%, un nivel que ya han alcanzado los bienes industriales. Sin embargo, la electricidad sigue siendo un componente volátil, y los precios de los carburantes, por el momento, se mantienen en cotizaciones asumibles, resistiendo los efectos de los recortes de suministro anunciados por los países productores. Uno de los aspectos más significativos en esta coyuntura es la estabilidad de las expectativas inflacionarias. A pesar de las proyecciones desalentadoras que existían, las empresas parecen anticipar una desescalada en los precios de venta para los próximos meses. Este indicador es fundamental, pues ha demostrado ser un buen predictor del IPC en el pasado. Además, los salarios también muestran signos de moderación, lo que podría contribuir a la contención de la inflación. Aunque los incrementos salariales del primer trimestre fueron considerables, no se ha evidenciado una consolidación de estos ajustes en los convenios colectivos, lo que sugiere que la presión sobre los precios podría comenzar a disminuir. Sin embargo, no todo son buenas noticias. La inflación en el sector servicios se mantiene como una preocupación latente. En España, esta cifra se sitúa en torno al 3,5%, mientras que en la eurozona se ha acelerado por encima del 4%. A diferencia de otros sectores, el impulso en los precios de los servicios no proviene de los costes de producción ni de la energía, sino de una demanda robusta que se ve exacerbada por la falta de competencia en estos mercados. Desde 2019, el IPC de servicios ha acumulado un incremento cercano al 18%, una cifra alarmante que casi triplica el crecimiento de la inflación de los bienes industriales no energéticos. Dada esta complejidad, se espera que el Banco Central Europeo (BCE) reconozca los logros en el proceso de desinflación en su próxima reunión y, como consecuencia, opte por un nuevo recorte del tipo de interés. Este cambio sería coherente con la debilidad actual de la economía europea, donde la inversión es uno de los componentes más sensibles a las decisiones de política monetaria. La falta de dinamismo en el crédito a las empresas y la cautela de los consumidores, tras las vacaciones de verano, hacen prever un escenario en el que la economía podría estar lejos de alcanzar niveles óptimos de crecimiento. Es importante que el BCE actúe con cautela y gradualidad en sus decisiones, especialmente en lo referente a la inflación en el sector servicios. Además, el banco central querrá evaluar el impacto de sus políticas en unos mercados financieros interconectados, particularmente en relación con los movimientos de la Reserva Federal de Estados Unidos. En este sentido, la posibilidad de un recorte de tipos en el otro lado del Atlántico podría facilitar el camino para una política monetaria más expansiva en Europa. A pesar de la expectativa de una relajación de los tipos de interés, es fundamental reconocer que existen factores estructurales que podrían dificultar una caída significativa de estos. La escasez de mano de obra en ciertos sectores, exacerbada por cambios demográficos y un aumento en las barreras aduaneras, crea un entorno en el que es poco probable que los tipos de interés vuelvan a los niveles que se registraban hace unos años. Esto marca el inicio de una nueva era tanto en el ciclo monetario como en la globalización, en la que los desafíos estructurales se entrelazan con dinámicas económicas fluctuantes. En conclusión, aunque los últimos datos del IPC ofrecen un respiro y una perspectiva optimista respecto al final del episodio inflacionario, la realidad es que aún persisten riesgos y desafíos importantes. La inflación en el sector servicios y la debilidad de la economía europea son factores que no se pueden ignorar. A medida que el BCE navega por este complejo panorama, será esencial que tome decisiones informadas y estratégicas para asegurar que la recuperación económica sea sostenible y equitativa para todos los sectores de la sociedad.

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