Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En febrero pasado, dos gigantes del sector energético, Iberdrola y Repsol, se vieron envueltos en un inusual enfrentamiento legal que ha puesto de relieve un fenómeno cada vez más común en la industria: el greenwashing. Ambas compañías se han acusado mutuamente de utilizar estrategias de marketing para aparentar ser sostenibles y amigables con el medio ambiente, a pesar de que la gran mayoría de sus ingresos siguen proviniendo de actividades relacionadas con los hidrocarburos. El greenwashing, término que se refiere a la práctica de algunas empresas de aparentar ser respetuosas con el medio ambiente sin que esto se refleje en sus acciones reales, es un problema creciente en un sector tan contaminante como el petrolero. Según The Greenpeace Book on Greenwash, muchas empresas recurren a cambios discursivos y campañas de marketing para proyectar una imagen verde, sin cambios significativos en sus operaciones. El conflicto entre Iberdrola y Repsol ha llegado incluso a los tribunales, con ambas compañías presentando demandas por greenwashing. Iberdrola ha cuestionado la congruencia entre las campañas publicitarias de Repsol y su negocio principal centrado en los hidrocarburos, mientras que Repsol ha respondido con acusaciones similares hacia Iberdrola. Más allá de este caso particular, el debate sobre el greenwashing en el sector energético ha cobrado relevancia debido a la necesidad imperante de combatir el cambio climático. Expertos como Pablo Montaño, de la organización Conexiones Climáticas, señalan que la industria petrolera ha sido históricamente responsable de la contaminación ambiental y de obstaculizar políticas de descarbonización. Según un análisis de Influence Map sobre las cinco principales petroleras del mundo, estas empresas gastan cientos de millones de dólares en campañas de comunicación relacionadas con el clima, a pesar de destinar solo una pequeña fracción de su capital a negocios bajos en carbono. Este desfase entre la retórica verde y las prácticas reales pone en entredicho la sinceridad de las empresas en su compromiso con la sostenibilidad. El caso Iberdrola vs Repsol es solo la punta del iceberg de un problema más amplio en la industria energética. A pesar de los avances en energías renovables, muchas compañías continúan apostando por los hidrocarburos y aumentando su producción de petróleo y gas, en vez de transicionar hacia un modelo más sostenible. La firma del Acuerdo de París en 2015 debería haber marcado un punto de inflexión en la transición hacia una economía baja en carbono, sin embargo, estudios como el de CarbonMajors muestran que la mayoría de las empresas energéticas han incrementado su producción de hidrocarburos en los últimos años, contradiciendo los objetivos climáticos globales. Ante esta realidad, algunos lugares, como Sidney en Australia, Francia y Ámsterdam en los Países Bajos, han tomado medidas para prohibir la publicidad de combustibles fósiles y las acciones de greenwashing de las empresas. Estas iniciativas buscan poner freno a prácticas engañosas que perpetúan la dependencia de combustibles contaminantes y obstaculizan la transición hacia una economía verdaderamente sostenible. En resumen, el caso entre Iberdrola y Repsol es un recordatorio de los desafíos que enfrenta la industria energética en su camino hacia la sostenibilidad. El greenwashing no solo afecta la credibilidad de las empresas, sino que también obstaculiza los esfuerzos por combatir el cambio climático y proteger el medio ambiente para las futuras generaciones. Es necesario que las compañías asuman compromisos reales con la sostenibilidad y abandonen prácticas engañosas que solo perpetúan un sistema insostenible.