Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La situación del sector agrícola en España se ha transformado en un auténtico laberinto para los productores, quienes se ven atrapados entre la volatilidad de los precios y el aumento de los costos de producción. Andrés Góngora, un agricultor de Almería que cultiva sandías y melones, describe su experiencia de este verano como "una locura", reflejando la inestabilidad que caracteriza a la industria. A pesar de la buena cosecha, Góngora se siente incapaz de emitir un juicio claro sobre el rendimiento de la campaña debido a los drásticos cambios de precios que, en ocasiones, varían un 50% en cuestión de días. Este fenómeno no es exclusivo de las frutas, sino que se extiende también a otros productos agrícolas como los cereales y frutos secos, creando una sensación de desesperación entre los agricultores. El incremento en los costos de producción se ha convertido en una de las principales preocupaciones del sector agrario. Según datos del Ministerio de Agricultura, la producción final agraria ha crecido notablemente en la última década, pasando de 44.000 millones a 65.000 millones de euros, lo que representa un aumento del 47%. No obstante, los gastos en medios de producción han aumentado aún más, superando el 50%, lo que ha llevado a que muchos agricultores se encuentren en una situación financiera insostenible. Este contraste entre la producción y los costos ha llevado a que, por primera vez en este siglo, el número de personas empleadas en el sector agrícola haya caído por debajo del millón. La situación se agrava al observar cómo los precios de los alimentos tienden a crecer más lentamente que los costos de producción. Este fenómeno, conocido como el "farm problem", es un concepto que ha sido estudiado por economistas desde hace décadas. En la actualidad, el cambio climático y otros factores han creado un entorno más volátil, complicando aún más la situación. El aumento errático de los precios de los insumos y productos agrícolas ha desestabilizado las previsiones de los agricultores, quienes luchan por mantener sus explotaciones rentables. El dominio del mercado por parte de un pequeño número de grandes corporaciones multinacionales es otro factor que impacta profundamente en el sector. Empresas como Cargill y Bunge controlan una porción significativa del mercado de semillas, fertilizantes, fitosanitarios y maquinaria agrícola. Un reciente estudio revela que unas pocas empresas dominan el 38% del mercado de fertilizantes y el 78% del mercado agroquímico. Esta concentración del mercado genera una presión adicional sobre los agricultores, quienes deben ajustarse a los precios fijados por estas corporaciones. La reciente fusión de Bunge con Viterra, autorizada por la Comisión Europea, es un claro ejemplo del poder creciente de estas corporaciones. Con una facturación combinada que supera los 110.000 millones de euros, la empresa resultante se convierte en un actor clave en la cadena de suministro de alimentos, con influencia directa sobre los precios que reciben los agricultores. Este tipo de operaciones corporativas suscitan preocupación entre diversos grupos, que argumentan que estas fusiones exacerban la estructura del mercado y limitan las opciones de los productores locales. Mientras tanto, los agricultores españoles enfrentan un doble desafío: por un lado, el incremento de los costos de producción y, por otro, la presión de los grandes distribuidores que determinan los precios de venta. Empresas como Mercadona y Carrefour dominan el mercado interno, lo que les otorga un poder considerable para influir en los precios que los agricultores reciben por sus productos. Este desequilibrio ha llevado a que muchos productores reconsideren sus estrategias de producción y comercialización. Ante este panorama, muchos agricultores optan por medidas de adaptación, como dejar de cultivar tierras de menor calidad o variar sus prácticas agrícolas para reducir costos. Sin embargo, esta adaptación no es suficiente para muchos, ya que los precios de los productos que cultivan a menudo no compensan sus gastos. La falta de rentabilidad ha llevado a que sectores como la viticultura se enfrenten a un aumento en el abandono de explotaciones, mientras los precios en el mercado de restauración continúan elevándose. Una vía que ha ganado protagonismo en este contexto es el fortalecimiento de las cooperativas agrícolas. En España, existen alrededor de 3.700 cooperativas que representan una respuesta al problema de la concentración del mercado. Estas organizaciones permiten a los agricultores canalizar sus recursos de manera más efectiva y coordinar sus ventas, lo que les otorga un mayor poder de negociación frente a los grandes distribuidores. Con una facturación que supera los 40.000 millones de euros, el movimiento cooperativo se presenta como una alternativa viable para enfrentar los desafíos actuales. Sin embargo, las cooperativas también enfrentan críticas por su enfoque en la gestión de ayudas y financiamiento, en lugar de centrarse en la comercialización y la búsqueda de mejores precios para sus miembros. A medida que la presión del mercado global continúa aumentando, será crucial que estas organizaciones se adapten y evolucionen para garantizar la sostenibilidad del sector agrícola. En resumen, la situación en el sector agrícola es delicada y compleja, marcada por una combinación de factores que van desde la volatilidad de los precios y el aumento de los costos, hasta la concentración del mercado en manos de grandes corporaciones. La necesidad de una respuesta coordinada y efectiva por parte de los agricultores, así como la adaptación de las cooperativas, se vuelve cada vez más urgente. Sin una estrategia clara que permita mitigar estos desafíos, los agricultores españoles corren el riesgo de ser estrangulados por un mercado que no deja de cambiar.