
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




A medida que el mundo lidia con los crecientes impactos del cambio climático, la industria de seguros se encuentra en un momento crítico, enfrentando desafíos sin precedentes que podrían redefinir su propia base. La creciente frecuencia e intensidad de desastres naturales—incluidos incendios forestales, huracanes e inundaciones—están aumentando los costos y provocando cambios importantes en la forma en que operan los aseguradores. El año 2024 ha sido particularmente revelador, con pérdidas aseguradas globales por desastres naturales que se dispararon a 140 mil millones de dólares, convirtiéndose en el tercer año más costoso registrado. Las repercusiones de estos eventos relacionados con el clima están reverberando a lo largo del sector de seguros, lo que ha llevado a discusiones urgentes sobre sostenibilidad, gestión de riesgos y acceso a la cobertura. El impacto del cambio climático en el mercado de seguros se ilustra de manera contundente con los devastadores incendios forestales en Los Ángeles, que ya han generado pérdidas estimadas entre 30 y 40 mil millones de dólares a principios de 2025. Tales eventos no son aislados; forman parte de una tendencia preocupante, con tormentas convectivas severas que representan un asombroso 41% de las pérdidas aseguradas globales en 2024, totalizando 64 mil millones de dólares. Estos datos alarmantes subrayan la creciente presión sobre los aseguradores, que deben equilibrar la rentabilidad con la obligación de proporcionar cobertura a comunidades cada vez más vulnerables. A medida que se profundiza la crisis climática, la frecuencia de desastres climáticos y meteorológicos que superan el mil millones de dólares está en aumento. Solo en 2024, Estados Unidos enfrentó 27 de tales eventos. Se espera que esta tendencia continúe, complicando la evaluación y gestión de riesgos para los aseguradores. En vista de esto, muchas compañías de seguros han comenzado a aumentar significativamente las primas, particularmente en áreas propensas a desastres naturales. Las prácticas de suscripción más estrictas se han vuelto comunes, lo que lleva a una reducción de la cobertura o incluso a la negación de pólizas en áreas de alto riesgo, creando lo que se ha denominado "desiertos de seguros". La situación es particularmente grave en estados como California, donde varios grandes aseguradores han limitado drásticamente sus operaciones o han dejado de emitir nuevas pólizas en respuesta al creciente riesgo de incendios forestales. Esta tendencia deja a propietarios de viviendas y negocios en situaciones peligrosas donde el seguro asequible es cada vez más escaso, empujándolos a depender de programas de seguros respaldados por el gobierno, como el Programa Nacional de Seguro contra Inundaciones (NFIP). Sin embargo, estos programas a menudo carecen de la capacidad necesaria para proporcionar una cobertura integral, dejando a muchos vulnerables a los shocks financieros de los desastres relacionados con el clima. En Canadá, el escenario es similar, con aseguradores pagando un récord de 7.7 mil millones de dólares en reclamos por fenómenos climáticos extremos solo en 2024. La situación ha generado preocupaciones sobre el aumento de las primas en 2025, agravando la carga financiera sobre una población que ya lidia con eventos climáticos sin precedentes. A medida que los aseguradores se retiran de áreas de alto riesgo, la dependencia de los programas de seguros públicos se vuelve más común, limitando gravemente las opciones para aquellos que más necesitan cobertura. Los gobiernos y organismos reguladores están tomando medidas para abordar esta creciente crisis. En EE.UU., esfuerzos legislativos como el NFIP tienen como objetivo proporcionar cobertura esencial para regiones propensas a inundaciones, mientras que la Autoridad de Conducta Financiera del Reino Unido ha introducido reglas para combatir el greenwashing y mejorar la gestión de riesgos climáticos. Estas intervenciones son cruciales para garantizar que las poblaciones vulnerables puedan acceder a algún nivel de cobertura de seguros en medio de los riesgos en aumento que plantea el cambio climático. Los avances en la modelización de riesgos climáticos también están ayudando a los aseguradores a navegar por este complicado panorama. Innovaciones como el seguro paramétrico y los bonos de catástrofe están surgiendo, ofreciendo pagos basados en desencadenantes relacionados con el clima predefinidos en lugar de daños reales. Este cambio hacia productos de seguros más adaptativos podría ser vital para mantener la asegurabilidad en regiones de alto riesgo y promover la resiliencia frente a los trastornos climáticos. A medida que la industria de seguros evoluciona, los expertos enfatizan la necesidad de estrategias de gestión de riesgos más sofisticadas que aprovechen la tecnología y el análisis de datos para anticipar y mitigar los riesgos climáticos. Un creciente énfasis en la sostenibilidad y las inversiones verdes dentro del sector podría reducir significativamente los riesgos climáticos sistémicos. En última instancia, el equilibrio entre la rentabilidad y la provisión de cobertura en regiones vulnerables al clima es precario. La industria de seguros debe innovar y adaptarse para enfrentar los desafíos que plantea un clima en rápida transformación. Sin estrategias de gestión de riesgos efectivas, los aseguradores corren el riesgo de subestimar los reclamos, lo que podría poner en peligro la estabilidad de la industria. El camino a seguir requerirá colaboración entre aseguradores, reguladores y comunidades para desarrollar soluciones que aseguren el acceso a la cobertura mientras fomentan la resiliencia en nuestro mundo cada vez más impredecible.