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Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
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El nuevo canciller de Alemania se enfrenta a un panorama económico sombrío, marcado por dos años consecutivos de recesión que han sacudido los cimientos de la economía más robusta de Europa. Con el Bundestag iniciando una nueva legislatura, las reformas se vuelven no solo urgentes, sino indispensables para evitar un colapso más profundo. La combinación de la crisis económica, el cierre de los suministros de gas ruso y los cambios geopolíticos han puesto en jaque el modelo productivo del país, que ya mostraba signos de agotamiento. Desde 2020, Alemania ha visto un descenso constante en su Producto Interno Bruto (PIB), una caída que se ha acentuado en el contexto de la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania. Este conflicto ha interrumpido la importación de gas barato que, durante años, sustentó su política industrial. Además, la guerra comercial, que se intensificó con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, ha agregado otra capa de complicaciones. La economía alemana, que en 2019 se mostraba dinámica, ahora se enfrenta a una contracción del 0,3% en 2023 y un pronóstico de solo un 0,2% de crecimiento en 2024. El sector manufacturero, orgullo nacional y emblema del modelo productivo alemán, se encuentra en una encrucijada. Constituyendo casi un 27% del PIB, este sector ha visto una disminución del 4,5% en su producción en 2024. Gigantes como Volkswagen han tenido que ajustar sus expectativas, anunciando la reducción de 35,000 empleos hasta 2030 debido al aumento de costos y la transformación del mercado automovilístico hacia vehículos eléctricos, donde competidores de bajo costo, como los fabricantes chinos, están ganando terreno rápidamente. La caída de las exportaciones es otra señal preocupante. En 2024, se registró una disminución del 1,24% en las ventas al extranjero, con China perdiendo su estatus como el principal mercado de Alemania. Este cambio provoca un replanteamiento de las estrategias comerciales, ya que Estados Unidos ha retomado el papel de principal cliente. Esta dinámica coloca a Alemania en una posición vulnerable ante las políticas proteccionistas de la nueva administración estadounidense, que ve a Europa no como un aliado, sino como un rival. El diagnóstico de la situación económica no es alentador. El ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, ha señalado que Alemania enfrenta problemas estructurales fundamentales. Aunque hay un consenso sobre la gravedad de la crisis, las soluciones propuestas varían drásticamente entre los diferentes partidos políticos. Los ecologistas y socialdemócratas abogan por una flexibilización del límite de déficit que se estableció en la Constitución, un cambio que podría permitir un gasto público más elevado en un momento crítico. Por otro lado, la coalición centroderecha se opone a un aumento en el gasto, priorizando inversiones en defensa y recortes de impuestos, lo que podría obstaculizar aún más la inversión en infraestructura y servicios sociales. La falta de inversión ha llevado a un deterioro en sectores clave como el transporte y la digitalización, donde la infraestructura de fibra óptica es escasa y las redes ferroviarias, que antes eran un modelo a seguir, ahora sufren retrasos regulares. La situación es aún más inquietante al considerar que el déficit proyectado podría alcanzar el 2,5% del PIB en los próximos años, a pesar del límite constitucional. La deuda pública, aunque inferior a la de otros países europeos como Francia o Italia, sigue siendo una preocupación para los economistas que temen que la falta de acción decisiva pueda perpetuar la crisis. A medida que el nuevo gobierno se establece, la presión para actuar se intensifica. Las elecciones federales recientes han dejado claro que el electorado exige soluciones efectivas a la crisis. La complejidad de la situación requiere un enfoque colaborativo que trascienda las divisiones políticas tradicionales. La capacidad del nuevo canciller para unir a las fuerzas políticas y sociales en torno a un plan de acción coherente podría ser crucial para la recuperación de Alemania. El tiempo apremia, y las decisiones que tome el nuevo liderazgo en los próximos meses darán forma no solo al futuro inmediato del país, sino también a su posición en el contexto europeo y global. La economía alemana, una vez considerada el motor de Europa, ahora enfrenta el desafío de reinventarse en un mundo que cambia rápidamente, donde la resiliencia y la adaptabilidad serán más importantes que nunca.