Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En medio de un paisaje político global polarizado, la reemergencia de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos ha reavivado las discusiones sobre la propia naturaleza de la democracia americana. Mientras el mundo observaba su inauguración el 20 de enero de 2025, era imposible ignorar las preocupantes señales de lo que algunos analistas están llamando una "cacocracia": un gobierno dirigido por las personas menos calificadas. La retórica combativa de Trump y sus controvertidos decretos ejecutivos resuenan con sentimientos que encuentran eco en una parte significativa del electorado estadounidense, particularmente entre aquellos ansiosos por una agenda de extrema derecha. Sus promesas de deportar inmigrantes, negar el cambio climático e imponer aranceles más altos pueden enfrentar desafíos constitucionales, pero sirven como un bálsamo para la ira y la frustración de sus seguidores. Esta ola populista evoca movimientos autoritarios del pasado, donde los caprichos de un líder a menudo eclipsan los principios de la democracia. La presidencia estadounidense, como han señalado figuras históricas como Benjamin Franklin, ha sido durante mucho tiempo un tema de debate. Las palabras de Franklin, "Una república, si puedes mantenerla", sirven como un recordatorio contundente de que la salud de la democracia americana es precaria. El desdén de Trump por la disidencia—al considerar el desacuerdo como deslealtad—difumina aún más las líneas entre una república y una monarquía, un sentimiento que comparten los críticos que temen la aparición de una presidencia imperial. Las implicaciones de este cambio son profundas, no solo para EE. UU., sino para el mundo. La concentración de poder en manos de un líder que encarna tanto el espíritu del individualismo americano como las maquinaciones de una élite plutocrática amenaza con socavar los ideales democráticos. La presencia de multimillonarios como Elon Musk y Jeff Bezos en la inauguración de Trump destaca esta tendencia preocupante, sugiriendo que la riqueza se está convirtiendo en un determinante cada vez mayor de la influencia política. Además, el contexto histórico de la gobernanza americana revela una lucha persistente por lograr la verdadera igualdad. Aunque legislaciones emblemáticas como la Ley de Derechos Civiles prometieron igualdad cívica, la discriminación sistémica sigue arraigada en el tejido de la sociedad americana. La expansión del poder presidencial, a menudo justificada a través de decretos ejecutivos, ha llevado a una normalización preocupante del nepotismo y el clientelismo. A medida que Trump busca imponer su marca de gobernanza—caracterizada por una retórica populista y nacionalista—existe el peligro de una escalada de tensiones tanto a nivel nacional como internacional. Su retórica puede resonar bien entre su base, pero genera alarmas para quienes valoran el discurso razonado y los derechos civiles. Para países como Nepal, que históricamente ha buscado apoyo en EE. UU., las ramificaciones de las políticas de Trump podrían ser significativas. Sin embargo, los impactos anticipados pueden estar sobredimensionados, especialmente mientras Nepal navega su paisaje geopolítico a raíz de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. En este clima, la aparición de lo que solo puede ser denominado "amoralocracias"—gobiernos regidos por los principios de la fuerza, la riqueza y el etnonacionalismo—señala una tendencia preocupante. La normalización de la amoralidad política podría empoderar a líderes que explotan el miedo y la división, socavando los valores de pluralismo e igualdad que sustentan los sistemas democráticos. A medida que el mundo se ajusta a las implicaciones de una presidencia de Trump, se vuelve cada vez más claro que la batalla por el alma de la democracia está lejos de haber terminado. Los riesgos de un regreso al tribalismo y al autoritarismo son grandes, y las sociedades deben permanecer vigilantes en defensa de sus instituciones democráticas. El desafío que se presenta no es meramente oponerse a las tendencias autoritarias de líderes como Trump, sino reafirmar activamente los principios de la democracia que aseguran que cada voz sea escuchada y valorada.