La monarquía en crisis: Felipe VI enfrenta un creciente desencanto popular

La monarquía en crisis: Felipe VI enfrenta un creciente desencanto popular

La monarquía de Felipe VI enfrenta críticas por su falta de conexión con la sociedad y decisiones polémicas, lo que pone en riesgo su legitimidad.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro
Mundo

La figura de Felipe VI y su monarquía ha estado en el centro del debate público durante este año, un periodo que algunos consideran glorioso y otros, como yo, más bien un ejemplo de lo que se podría llamar "populismo monárquico". Esta noción no es simplemente un término despectivo; refleja una serie de acciones y decisiones que, lejos de elevar la figura del Rey, la han sumido en una controversia que merece ser analizada. Uno de los episodios más comentados fue la decisión de la Casa Real de visitar el epicentro de la DANA, poco después de que la región sufriera efectos devastadores. En un momento donde las labores de rescate y ayuda estaban en marcha, la presencia del Rey y otros altos funcionarios no solo interrumpió esos esfuerzos, sino que dejó una sensación de insensibilidad ante el dolor humano que se vivía en ese momento. La pregunta que surge es: ¿realmente pensaron que su presencia podría traer consuelo o ayuda? La respuesta parece más bien un eco de soberbia y un deseo de estar en el centro de atención, en lugar de un verdadero compromiso con el bienestar de los afectados. La confusión se intensificó cuando la situación se tornó violenta y se produjeron agresiones hacia los presentes. En lugar de retirarse para proteger la integridad de las instituciones y de ellos mismos, los miembros de la comitiva parecieron permanecer en su lugar, como si fueran actores de una tragedia griega, dispuestos a convertirse en mártires de una causa que nunca pidieron. Es difícil entender cómo se puede buscar una conexión con el pueblo mientras se tolera una agresión evidente e inaceptable. Esto nos lleva a la pregunta de si esta insistencia en permanecer en situaciones difíciles es realmente un acto de valentía o una forma de buscar protagonismo. El hecho de que su presencia haya sido premiada con "puntos de popularidad" a pesar de la crítica generalizada plantea interrogantes sobre el tipo de liderazgo que se espera de una figura como el Rey. ¿Acaso se confunde el sufrimiento con la popularidad? ¿Es la Casa Real tan desconectada de la realidad que no se da cuenta de que algunos aspectos de su comportamiento son, en el mejor de los casos, cuestionables? En su reciente discurso de Navidad, Felipe VI volvió a evadir temas cruciales que afectan a la sociedad española, como la violencia de género. A pesar de que este fenómeno ha cobrado vidas y ha sido motivo de movilización social durante años, el Rey parece optar por no abordarlo, dedicando su tiempo a cuestiones relacionadas con la inmigración, un tema que resuena con las narrativas de algunos sectores políticos que han mostrado un apoyo incondicional a la monarquía. Esta omisión repetida genera la impresión de que hay temas que son más sensibles o prioritarios que otros, lo cual desdibuja aún más la figura del Rey como monarca de todos. La inconsistencia en sus discursos, donde se priorizan ciertos temas y se ignoran otros, plantea serias dudas sobre su capacidad para representar a todos los sectores de la sociedad. ¿Es posible que, al ser consciente de la fragilidad de su posición, el Rey prefiera no incomodar a sus aliados más cercanos? Esta maniobra podría ser vista como una estrategia defensiva, pero conlleva el riesgo de alienar a una parte significativa de la población que siente que sus preocupaciones no son atendidas. Lo que resulta crítico en esta situación es la falta de un diálogo auténtico entre la Casa Real y la sociedad. Desde 2015, la opinión pública ha dejado de ser un tema que se toca con frecuencia en la monarquía, y esto podría ser un error fatal. La desconexión entre lo que la gente siente y lo que el Rey elige comunicar puede llevar a una erosión de la legitimidad de la monarquía. El tiempo de la indiferencia podría estar llegando a su fin, y la Casa Real debe ser consciente de que su relevancia depende de su capacidad para empatizar con las realidades de su pueblo. La pregunta que queda en el aire es si Felipe VI y su equipo son capaces de reconocer estos fallos y enmendar el rumbo. O se enfrentarán a un futuro incierto en un contexto social cada vez más polarizado y exigente. La monarquía, que alguna vez fue vista como un pilar fundamental del Estado, podría convertirse en un vestigio del pasado si no se adapta a las demandas de una sociedad que exige más de sus instituciones. Las acciones de la Casa Real, lejos de ser actos heroicos, parecen más bien un intento de aferrarse a una relevancia que se está desvaneciendo. La pregunta permanece: ¿será la inocencia un escudo o una condena para una institución que, al final del día, debería ser un símbolo de unidad y no de división? La respuesta a esta interrogante podría definir el futuro de la monarquía en España.

Ver todo

Lo último en El mundo