Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A raíz del incendio de Notre Dame, el renacimiento simbólico de esta catedral histórica refleja el potencial de la democracia asediada de Francia para resurgir de sus propias cenizas. Mientras la nación lidia con un estancamiento político y la creciente desilusión de los ciudadanos, las lecciones tanto de la restauración de la catedral como de la experiencia humana en general ofrecen un atisbo de esperanza para revitalizar la gobernanza. La sociedad francesa se encuentra actualmente en un equilibrio precario, dividida en facciones con puntos de vista y necesidades dispares. El panorama político está fragmentado, con varios partidos reclamando lealtad de aproximadamente un tercio igual de la población, lo que deja poco espacio para una mayoría estable. Esta división obstaculiza la toma de decisiones significativas y genera frustración entre los ciudadanos que se sienten desatendidos por sus líderes. El reciente estudio titulado "Fracturas Francesas" destaca estas contradicciones: mientras una parte significativa de la población expresa satisfacción con sus circunstancias personales, una porción mayor siente la presión de dificultades económicas, y muchos anhelan lo que perciben como tiempos mejores en el pasado. Este paradoja refleja un sentimiento más amplio que se siente en muchas democracias: una sensación de estancamiento en medio del progreso. A medida que las frustraciones aumentan, la desconexión entre los gobernados y la gobernanza se vuelve palpable. El ritmo acelerado de cambio en la vida contemporánea, desde los avances tecnológicos hasta las crisis ambientales, ha superado la capacidad de los sistemas democráticos tradicionales para adaptarse. Los ciudadanos sienten cada vez más que han perdido el control sobre sus vidas, lo que los lleva a cuestionar la eficacia de la gobernanza democrática. Este sentimiento es un terreno fértil para el ascenso de movimientos de extrema derecha, que a menudo prometen un regreso regresivo a tiempos más simples y una falsa sensación de control a través del nacionalismo y el aislamiento. Sin embargo, la historia nos enseña que la democracia no es estática; requiere adaptación para prosperar en medio de paisajes sociales cambiantes. Francia ha pasado por esta metamorfosis en múltiples ocasiones, reinventando su marco democrático para enfrentar los desafíos de diferentes épocas. El actual estado de descontento presenta una oportunidad para reconsiderar los mecanismos institucionales y explorar soluciones innovadoras que podrían restaurar la fe en la gobernanza democrática. Una de las avenidas propuestas es la implementación de asambleas de ciudadanos, un concepto que ha ganado fuerza en los últimos años. Estos grupos de ciudadanos seleccionados al azar podrían desempeñar un papel crucial en el proceso legislativo, creando un vínculo directo entre el público y los responsables de la formulación de políticas. Modelos de iniciativas como la Convención Ciudadana sobre el Clima demuestran el potencial de estas asambleas para fomentar un diálogo genuino sobre cuestiones apremiantes, permitiendo a los ciudadanos contribuir a la toma de decisiones de manera significativa. Al integrar tales cuerpos en las estructuras gubernamentales existentes, Francia podría desarrollar un entorno político más inclusivo y receptivo. Además, reformas como la representación proporcional, la votación por orden de preferencia y el aumento de oportunidades para referendos podrían empoderar a los ciudadanos y crear un paisaje político más representativo. Estos cambios podrían revitalizar la democracia al garantizar que más voces sean escuchadas y que la gobernanza refleje las diversas opiniones de la población. Así como Notre Dame ha sido restaurada meticulosamente, también puede rejuvenecerse la democracia de Francia. Esto requiere un esfuerzo colectivo y una disposición para abrazar el cambio. A los ciudadanos se les deben proporcionar las herramientas para participar de manera significativa con su gobierno, fomentando un sentido de pertenencia y responsabilidad en el proceso democrático. Así como las piedras de Notre Dame cuentan una historia de resiliencia e historia, una democracia reimaginada en Francia puede reflejar las aspiraciones y realidades de sus ciudadanos hoy. En última instancia, el camino a seguir no radica en la desesperación por el estado actual de las cosas, sino en reconocer el potencial de transformación. La capacidad histórica de Francia para reinventarse podría servir como modelo para otras democracias que enfrentan desafíos similares. Si tomamos inspiración del renacimiento de Notre Dame, aún podemos encontrar una manera de restaurar la fe en las instituciones democráticas y la posibilidad de un gobierno que realmente sirva a su pueblo.