Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que se desarrolla la temporada navideña, se nos recuerda la profunda complejidad que reside en el corazón de la Navidad. La ironía de celebrar al Dios del universo en la forma de un vulnerable infante en un humilde pesebre nos invita a reevaluar nuestra comprensión de la fuerza y la influencia. La imagen del niño Cristo, tan reconocible y apreciada, contrasta drásticamente con los valores que a menudo dominan la sociedad contemporánea: el poder, la agresión y la búsqueda de la dominación. F.W. Boreham articuló elocuentemente esta paradoja, sugiriendo que en lugar de grandes ejércitos y fuerza bruta, Dios emplea la inocencia y la humildad de "hermosos bebés" para llevar a cabo cambios en el mundo. Esta noción nos desafía a redefinir lo que significa ser influyente. La Navidad nos urge a ver que el amor, la dulzura y la mansedumbre pueden ser mucho más transformadores que la fuerza. En un mundo lleno de conflicto y división, el mensaje de la natividad habla en voz alta sobre la fuerza que se encuentra en la ternura. Los trágicos eventos que rodean el asesinato del CEO de United Healthcare, Brian Thompson, sirven como un telón de fondo contemporáneo para esta lección atemporal. El sospechoso, Luigi Mangione, fue inicialmente retratado como un Robin Hood de nuestros días, enfrentándose a las injusticias percibidas dentro del sistema de salud. Sin embargo, a medida que se desarrolló la narrativa, se hizo evidente que este retrato no tenía fundamento. La falta de carisma genuino de Mangione y su desconexión de aquellos a quienes decía defender revelaron una verdad más profunda sobre la futilidad de buscar el cambio a través de la violencia y la ira. A medida que navegamos por las complejidades de nuestros paisajes políticos y sociales, muchos estadounidenses están desilusionados con el ciclo perpetuo de conflicto. Una reciente encuesta de Pew ilustra este sentimiento, indicando que una mayoría cree que los líderes políticos están más enfocados en rivalidades personales que en resolver problemas sociales apremiantes. Esta fatiga con las peleas incesantes destaca un anhelo colectivo por líderes que prioricen el bien común sobre sus propios egos. El humilde hijo de un carpintero, cuyo nacimiento celebramos cada diciembre, ofrece una alternativa radical a la narrativa predominante de poder y conflicto. La influencia de Jesús no creció a través de la violencia o la coerción, sino a través del amor, la compasión y el sacrificio personal. Los héroes de la historia navideña no son los poderosos, sino los humildes: pastores y sabios que reconocieron la importancia del niño en el pesebre. En marcado contraste, Herodes, un gobernante consumido por el miedo y la ira, buscó mantener su control sobre el poder a través de la violencia, dejando, en última instancia, un legado de infamia en lugar de un impacto duradero. Sin embargo, incluso después de siglos, la humanidad lucha por abrazar la profunda verdad de que el camino hacia un cambio duradero a menudo se encuentra en la tranquilidad y la humildad, en lugar de en la confrontación. Nuestra cultura nos bombardea con mensajes que nos instan a tomar una posición, a luchar por nuestras creencias, a menudo a expensas de la civilidad y la compasión. Esta mentalidad confrontativa puede llevar a una erosión del diálogo genuino y la comprensión. Para muchos, incluidos aquellos dentro de la fe cristiana, el llamado a luchar por la justicia puede transformarse fácilmente en vindicta. Sin embargo, la verdadera esencia del mensaje navideño reside en la dulzura, la misericordia y la gracia. La justicia desprovista de compasión se convierte en algo irreconocible y, en última instancia, ineficaz. Como señaló C.S. Lewis, el cristianismo presenta una narrativa de resistencia contra la opresión, donde la verdadera naturaleza de la influencia se revela no a través de la dominación, sino a través de actos de bondad y amor. La Navidad nos invita a abrazar la ternura como una fortaleza, una poderosa fuerza para el cambio. Revela que la influencia genuina está arraigada en la respuesta a las necesidades de los demás. Como nos recuerdan Terryl y Fiona Givens, nuestras elecciones reflejan nuestro verdadero ser y nuestros afectos más profundos. Esta temporada navideña, se nos llama a reflexionar sobre los valores que guían nuestras acciones y reacciones en un mundo a menudo lleno de agitación. Al celebrar el nacimiento del Príncipe de Paz, recordemos que el verdadero poder a menudo reside en la disposición a renunciar al control y a extender amor, perdón y comprensión incluso a aquellos que podríamos considerar adversarios. La buena noticia de la Navidad es un recordatorio de que, en última instancia, el amor prevalecerá. En esta temporada de dar, esforcémonos por encarnar el mensaje del pesebre, ofreciendo no solo nuestra fuerza, sino nuestros corazones a un mundo que necesita sanación.