La reacción pública a la violencia en el sistema de salud revela la preocupante fascinación de la sociedad por el crimen.

La reacción pública a la violencia en el sistema de salud revela la preocupante fascinación de la sociedad por el crimen.

Luigi Mangione disparó y mató al CEO de United Healthcare, Brian Thompson, lo que provocó reacciones mixtas y una idolatría errónea en medio de los debates sobre la atención médica.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Mundo

En un acto descarado que ha sacudido la ya tumultuosa narrativa en torno al sistema de salud en Estados Unidos, Luigi Mangione se ha lanzado recientemente al ojo público a través de acciones que solo pueden describirse como impactantes. El 4 de diciembre de 2023, Mangione supuestamente disparó y mató a Brian Thompson, el CEO de United Healthcare, a plena luz del día en el centro de Manhattan. A medida que se asienta el polvo de este trágico evento, está claro que la respuesta pública que ha surgido revela mucho más sobre nuestra sociedad que el crimen en sí. Inicialmente, las reacciones a las acciones de Mangione fueron mixtas. Algunos celebraron este acto de violencia como una declaración audaz contra la industria de la salud, que ha suscitado un considerable desdén de innumerables estadounidenses que lidian con costos médicos exorbitantes y procesos de seguros complicados. En las semanas siguientes al incidente, se desarrolló un extraño fenómeno: un segmento del público comenzó a idolatrar a Mangione, retratándolo como un Robin Hood moderno o un héroe vigilante. Su rostro—visto solo en una fotografía borrosa de un albergue en Nueva York—se convirtió en un símbolo de admiración mal dirigida, con fanáticos expresando su infatuación de una manera similar a como lo harían por un galán de Hollywood. Pero la narrativa dio un giro brusco cuando Mangione fue aprehendido, no en algún escondite remoto, sino en un McDonald's a cinco horas del lugar del crimen, en Altoona, Pennsylvania. Los mismos rasgos que llevaron a su glorificación inicial—su supuesta astucia e inteligencia—ahora parecen casi trágicamente naïve. Los informes indican que dejó un rastro de evidencia e incluso se quitó la máscara facial en un área altamente monitoreada, acciones que parecen contradictorias a la persona del "brillante cerebro" que muchos habían construido en su imaginación. A medida que surgieron detalles sobre el pasado de Mangione, la fachada del héroe vigilante comenzó a desmoronarse. Una vez visto como una figura de rebeldía contra un sistema corrupto, Mangione proviene de un lugar de privilegio—presumiendo de una educación en una universidad de la Ivy League y oportunidades en el sector tecnológico. A pesar de sus quejas contra el sistema de salud, en lugar de utilizar sus talentos para impulsar un cambio a través de medios constructivos, optó por la violencia, una elección que disminuye la credibilidad de sus reclamos. La reacción del público ha trazado paralelismos inquietantes con instancias históricas de mujeres que romantizan figuras peligrosas, como el asesino en serie Ted Bundy. El fenómeno de la hibristofilia—una fascinación por aquellos que han cometido actos atroces—parece resurgir aquí, particularmente entre ciertos sectores demográficos que se sienten atraídos por el atractivo del peligro envuelto en buenas apariencias. Esta atracción plantea preguntas sobre una tendencia social a pasar por alto las graves consecuencias en favor de narrativas romantizadas. Mientras Mangione lucha contra la extradición a Nueva York, donde probablemente enfrentará cargos graves, el enfoque debe volver a los problemas sistémicos que supuestamente buscaba abordar. El trágico incidente ha provocado discusiones necesarias sobre las fallas dentro del sistema de salud estadounidense, pero es esencial que no permitamos que nuestra atención se desvíe hacia un individuo que claramente actuó de manera impulsiva e irresponsable. Con este caso desarrollándose en el ojo público, es crucial que permanezcamos vigilantes en nuestro análisis, sin permitir que la mitología de un vigilante mal dirigido opaque las conversaciones reales sobre la reforma del sistema de salud que deben tener lugar. Mangione puede haber suscitado una conversación, pero al final, no debería ser él quien reciba los aplausos. En su lugar, debemos aspirar a una comprensión más profunda y a un diálogo más productivo sobre las injusticias que persisten en nuestro panorama de salud.

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