Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La situación de la periodista Manuela Camacho ha tomado un giro preocupante y doloroso, ya que se encuentra evaluando la posibilidad de abandonar el país tras recibir amenazas de Hialmar Laynes, quien, a pesar de haber sido sentenciado a cinco años de prisión suspendida, ha continuado acosándola. En un emotivo diálogo con el programa 'Ocurre Ahora', Camacho expuso el profundo impacto que esta situación ha tenido en su vida personal y profesional, revelando cómo ha tenido que distanciarse de sus seres queridos para salvaguardar su bienestar. Las palabras de Camacho reflejan un sentimiento de agotamiento emocional y físico, no solo en su caso, sino también entre otras víctimas que han sido víctimas de acoso. "Lamentablemente, sí [evalúo abandonar el país]. Nosotras hemos tenido que cambiar por completo nuestra vida", expresó con la voz entrecortada. Es desgarrador escuchar a una profesional de los medios, cuya labor es informar y comunicar, verse obligada a reconsiderar su lugar de residencia por el temor a la violencia y la persecución. La periodista no se detiene ahí y enfatiza que el acoso por parte de Laynes no ha cesado, lo que la ha llevado a un estado de constante ansiedad e incertidumbre. "Este sujeto sigue escribiendo al día de hoy. Estamos esperando que la prisión suspendida se revoque", señaló, dejando entrever la frustración que siente ante un sistema judicial que parece no ofrecerle la protección necesaria. Este caso pone de relieve las fallas en la justicia que, en lugar de proteger a las víctimas, les deja vulnerables ante sus agresores. Además, la situación se complica aún más con la reciente carta notarial que la jueza Emma Tambini Monge envió a Camacho. En esta misiva, la jueza afirma que la periodista ha menoscabado su honor al difundir información sobre la sentencia de Laynes y alega que ha tergiversado la verdad. Este giro solo añade más tensión a un caso que ya está plagado de sufrimiento y lucha por la justicia. "Considero que tengo todo el derecho en manifestar mi disconformidad; y al saber lo que pudo suceder con mi caso, lo único que hice fue expresar mi opinión al respecto", comentó Camacho, defendiendo su derecho a hablar y a buscar justicia. Este hecho resalta un componente fundamental en la lucha por los derechos de las mujeres y la libertad de expresión, especialmente en un contexto donde el acoso y la violencia a menudo son minimizados o ignorados. La situación de Manuela Camacho es un recordatorio escalofriante de los riesgos que enfrentan muchas mujeres en el ejercicio de su profesión en medio de un ambiente que aún permite la impunidad para los acosadores. El hecho de que Camacho considere abandonar su país por miedo es una señal alarmante de la crítica necesidad de una reforma en el sistema judicial, que debe garantizar no solo la justicia, sino también la seguridad de las víctimas. A esto se suma un elemento de solidaridad y preocupación por parte de la comunidad periodística y la sociedad en general. Muchas voces se han alzado para apoyar a Camacho y demandar acciones contundentes para proteger a quienes se encuentran en situaciones similares. La lucha de Manuela no es solo suya; es una batalla que visibiliza las luchas de muchas mujeres que, día a día, enfrentan el acoso y la violencia. La sociedad debe unirse en un clamor por la justicia y la protección de los derechos humanos. La historia de Manuela Camacho debe servir como un llamado a la acción, no solo para las autoridades competentes, sino también para cada uno de nosotros como ciudadanos. No podemos permitir que el miedo gane, y es fundamental crear un entorno donde las mujeres puedan ejercer su libertad de expresión sin temor a represalias. El futuro de Manuela Camacho es incierto, pero su valentía al alzar la voz en medio de la adversidad es un ejemplo de resiliencia y fuerza. En un mundo que a menudo silencia a las víctimas, es imperativo que su testimonio sea escuchado y que se tomen medidas efectivas para proteger a quienes se atreven a hablar. La protección a quienes denuncian el acoso y la violencia debe ser una prioridad, y la comunidad debe estar dispuesta a luchar por ello.