Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A raíz del trágico tiroteo que dejó muerto al CEO de United Healthcare, Brian Thompson, la respuesta de los medios ha sido notablemente empática hacia el presunto tirador, Luigi Mangione, de 26 años. A medida que se desarrollan los detalles del crimen, ha emergido un patrón en la cobertura que plantea preguntas significativas sobre los sesgos raciales y de género en la forma en que se retrata a los sospechosos en los medios. Desde el principio, los informes se han centrado en el trasfondo de Mangione, presentándolo como una persona brillante cuya vida ha tomado un giro oscuro. Algunos medios especulan que una lesión en la espalda, que supuestamente afectó su capacidad para mantener relaciones sexuales, podría haber alimentado un resentimiento profundo contra la industria de la salud. Además, la narrativa lo ha retratado como una persona trágicamente aislada, como un recluso que ha rechazado los privilegios de su crianza adinerada. Este enfoque de compasión y comprensión parece aplicarse fácilmente a Mangione, lo que lleva a muchos a buscar motivaciones complejas detrás de sus supuestas acciones. En marcado contraste, el Dr. Joseph Richardson, profesor en la Universidad de Maryland, destaca un preocupante doble rasero respecto a cómo los medios tratan a los sospechosos de diferentes razas. Sugiere que si Mangione fuera un joven negro, la narrativa en torno al incidente probablemente sería mucho menos comprensiva, centrándose en la criminalidad y los fallos morales en lugar de explorar posibles motivaciones psicológicas. El fenómeno de las representaciones mediáticas más compasivas de los perpetradores masculinos blancos no es nuevo. La investigación indica una tendencia consistente en la que los delincuentes blancos, especialmente en casos de alto perfil, son retratados con empatía, a menudo con discusiones sobre su salud mental, luchas personales y fracasos sociales. Casos como el de Adam Lanza, el tirador de Sandy Hook, y Jared Loughner, quien llevó a cabo el tiroteo masivo en Tucson, ejemplifican este patrón. Estos individuos a menudo fueron enmarcados como víctimas de las circunstancias, con narrativas mediáticas que exploraban sus trágicos antecedentes y desafíos psicológicos. Por el contrario, cuando el tirador es una persona de color, la cobertura tiende a centrarse en su historial delictivo y la peligrosa percepción inherente. Por ejemplo, el reciente caso de Terry Clark Hughes Jr., un hombre negro acusado de matar a cuatro policías, estuvo marcado por un enfoque en sus delitos pasados y el consumo de drogas, con poca exploración del contexto más amplio de sus acciones. De manera similar, Jason Nightengale, quien llevó a cabo una serie de tiroteos en Chicago, fue caracterizado por su violento pasado en lugar de cualquier posible lucha subyacente que pudiera haber enfrentado. Scott Duxbury, profesor asistente en la Universidad de Carolina del Norte, articula aún más esta disparidad al enfatizar cómo la búsqueda de comprensión y significado en los actos violentos por parte de los medios a menudo depende de la raza del perpetrador. La representación mediática de los individuos negros que cometen delitos frecuentemente se basa en estereotipos que refuerzan la noción de criminalidad inherente, disminuyendo así la necesidad de explorar sus motivaciones. Este sesgo sistémico, documentado en varios estudios, no solo perpetúa estereotipos dañinos, sino que también moldea la percepción pública sobre el crimen y la criminalidad. Pamela Mejia, investigadora de medios, señala que el crimen cometido por individuos negros está desproporcionadamente representado en las noticias, reforzando la idea de que son más propensos a involucrarse en comportamientos delictivos. En contraste, individuos adinerados o que presentan una apariencia blanca, como Mangione, a menudo son retratados como anomalías dentro del paisaje criminal, lo que lleva a una narrativa que sugiere que sus acciones son excepciones en lugar de la norma. La cobertura del caso de Luigi Mangione sirve como un recordatorio conmovedor de las narrativas sociales que rodean la raza, el género y el crimen. La inclinación de los medios a humanizar a los sospechosos masculinos blancos mientras deshumanizan a otros refleja sesgos profundamente arraigados que influyen en la comprensión pública de la violencia y la responsabilidad. A medida que la sociedad lidia con cuestiones de desigualdad y justicia, se vuelve esencial examinar críticamente las narrativas que dan forma a nuestras percepciones y asegurar que todos los individuos, independientemente de su raza o antecedentes, sean retratados con el mismo nivel de escrutinio y humanidad.