Los desastres naturales exigen acción urgente: Construyendo resiliencia para un futuro más seguro.

Los desastres naturales exigen acción urgente: Construyendo resiliencia para un futuro más seguro.

El terremoto en la frontera entre Myanmar y Tailandia destaca la urgente necesidad de mejorar la preparación ante desastres y la colaboración entre el gobierno y los sectores privado.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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En un mundo cada vez más marcado por la furia impredecible de la naturaleza, el reciente terremoto en la frontera entre Myanmar y Tailandia sirve como un llamado de atención para que las partes interesadas, tanto del sector público como del privado, prioricen la preparación ante desastres. Este evento sísmico, que alcanzó una formidable magnitud de 7.7 el 28 de marzo de 2025, no solo provocó pánico y destrucción generalizados, desplazando a miles de personas y reclamando vidas, sino que también subrayó la urgente necesidad de una respuesta colectiva ante nuestra creciente vulnerabilidad a los desastres naturales. Las Filipinas, a menudo identificadas como una de las naciones más propensas a desastres en el mundo, se encuentra a la vanguardia de este desafío. La interconexión de nuestro mundo significa que las repercusiones de tales eventos calamitosos se extienden más allá de las fronteras, impactando comunidades, economías y ecosistemas de maneras profundas. Los desastres recientes—incluidos incendios forestales en América del Norte y Corea, inundaciones en Bolivia y España, y el despertar de varios volcanes—pintan un sombrío retrato de nuestra realidad, en la que el cambio climático agrava la intensidad y frecuencia de tales sucesos. A raíz del terremoto en Myanmar y Tailandia, las consecuencias inmediatas revelaron no solo la destrucción física, sino también las vulnerabilidades de nuestra infraestructura y sistemas de salud, que se vieron sobrepasados por la presión del desastre. Este evento es indicativo de una tendencia más amplia: las catástrofes naturales ya no son anomalías, sino un recordatorio contundente de que debemos reevaluar y mejorar urgentemente nuestras estrategias de preparación ante desastres. Para confrontar esta realidad, es imperativo que tanto el sector público como el privado forjen alianzas estratégicas que aprovechen recursos y experiencia. Un frente unido es esencial para desarrollar estrategias integrales de preparación ante desastres que se basen en una infraestructura resiliente capaz de soportar los impactos de las calamidades naturales. Esto significa invertir en la modernización de edificios para cumplir con los estándares sísmicos y mejorar las defensas contra inundaciones para proteger a las comunidades. El sector privado tiene un papel crucial que desempeñar en este esfuerzo. Las empresas pueden adoptar planes de continuidad robustos que prioricen la seguridad de los empleados y aseguren la resiliencia operativa en tiempos de crisis. Además, las iniciativas de responsabilidad social corporativa pueden extender apoyo a las poblaciones locales en regiones propensas a desastres. Al participar activamente en evaluaciones de riesgo y esfuerzos de construcción de resiliencia, las empresas pueden fomentar una cultura de preparación que empodere a las comunidades, creando una sociedad más adaptable y receptiva. La educación y la concienciación pública también son componentes clave de una preparación efectiva ante desastres. A medida que nos esforzamos por mejorar nuestra comprensión de los riesgos que enfrentamos, invertir en investigación y desarrollo es vital. Los sistemas de alerta temprana, que aprovechan tecnologías como análisis de datos, imágenes satelitales y aprendizaje automático, pueden proporcionar información crítica que salva vidas y medios de subsistencia. Equipar a las comunidades con el conocimiento y las herramientas para responder efectivamente durante emergencias es esencial para reducir el impacto de futuros desastres. Además, el papel de las políticas gubernamentales no puede ser subestimado. Los responsables de políticas deben actuar con decisión, abogando por regulaciones que prioricen la infraestructura resiliente y la preparación comunitaria. Iniciativas colaborativas que involucren agencias gubernamentales, empresas y comunidades locales son necesarias para construir un futuro más resiliente. Apoyar la investigación sobre estrategias de adaptación al clima nos empoderará aún más para entender y mitigar los riesgos asociados con los desastres naturales. El reciente terremoto no es simplemente un llamado de atención; es un profundo recordatorio de nuestra responsabilidad compartida como partes interesadas en abordar la creciente amenaza de las catástrofes naturales. Ignorar las advertencias de la naturaleza es invitar a un mayor peligro. Debemos abogar por un cambio significativo, exigir responsabilidad y colaborar por el bien común. La urgencia de actuar es palpable. No esperemos a que ocurra el próximo desastre antes de responder. Al unirnos como partes interesadas en este esfuerzo crítico, podemos proteger nuestras comunidades, fortalecer nuestras economías y cuidar nuestro medio ambiente para las generaciones venideras. El llamado a la acción es inequívoco: debemos enfrentar la amenaza inminente de los desastres naturales con resolución, determinación y cooperación. Juntos, poseemos la capacidad de moldear un futuro seguro y resiliente, preparados para los desafíos que se avecinan.

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