
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Las recientes erupciones del monte Sinabung han sumido en el caos la vida de muchos en Berastagi, Indonesia, revelando la dura realidad de vivir a la sombra de uno de los volcanes más activos del mundo. Más de 10,000 residentes han sido evacuados mientras el volcán expulsaba nubes de ceniza y rocas, lo que provocó una frenética búsqueda de seguridad. Entre los desplazados se encuentra Elfi Dalimunthe, una agricultora de 30 años, quien ha enfrentado la furia del Sinabung en varias ocasiones durante la última década. "Escuché un fuerte estruendo y vi ceniza espesa brotando", recordó, con la voz teñida por el miedo a erupciones pasadas. La familia Dalimunthe ha sido desarraigada en tres ocasiones desde 2010, siendo la última erupción la semana pasada, que los obligó a huir una vez más. Sus experiencias destacan una dura realidad para muchos en Indonesia, que alberga alrededor de 130 volcanes activos, consecuencia de su ubicación en el Anillo de Fuego del Pacífico. El rico suelo volcánico que rodea al monte Sinabung ha atraído durante mucho tiempo a agricultores como Dalimunthe, que cultivan cosechas lucrativas como chiles, tomates y papas. A pesar de los riesgos, muchos residentes eligen regresar a sus aldeas después de las evacuaciones, impulsados por una profunda conexión con su tierra y la necesidad apremiante de mantener sus medios de vida. "Me mudaré cuando los niños sean mayores", declaró Dalimunthe, su determinación subrayada por su deseo de mantener a sus hijos en las escuelas locales. La resiliencia está profundamente arraigada en Berastagi. Syafitri Sitepu, una vendedora de verduras, expresó sentimientos similares, revelando que mientras ella huyó a un lugar seguro, su esposo optó por quedarse atrás para cuidar sus cultivos. "Él es el sostén de nuestra familia. Si no trabaja, ¿cómo podremos alimentar y comprar leche para nuestro bebé?", lamentó. Esta yuxtaposición de miedo y necesidad complica los esfuerzos de los funcionarios locales que intentan gestionar las evacuaciones, ya que muchos aldeanos se resisten a abandonar sus hogares incluso durante una actividad volcánica severa. La situación se ha visto agravada por la magnitud de las recientes erupciones, que han sido descritas como súbitas y severas. Nubes de gas caliente y lava fundida han descendido por las laderas del Sinabung, levantando alarmas sobre posibles nuevas erupciones. Para aquellos que permanecen en la cercanía, el impacto es inmediato y disruptivo; una espesa capa de ceniza ha cubierto campos y hogares, obligando a los residentes a usar mascarillas para protegerse de la inhalación. La falta de recursos para la evacuación y el reasentamiento complica aún más la situación de las familias locales. Rosalinda, una mujer de 55 años recientemente evacuada, expresó su frustración por la inacción del gobierno respecto a un posible reubicación. "Necesitamos dinero para mudarnos, así que primero tenemos que vender nuestras casas", dijo, con sus preocupaciones palpables. "Pero, ¿quién quiere comprar nuestras casas?" A medida que el gobierno enfrenta presión para ofrecer más asistencia, las historias de personas como Dalimunthe, Sitepu y Rosalinda sirven como un recordatorio conmovedor de los desafíos que enfrentan las comunidades que viven bajo la incesante sombra de los majestuosos pero peligrosos volcanes de Indonesia. Su determinación para regresar a sus hogares, incluso ante la amenaza de la furia de la naturaleza, encapsula una lucha no solo por la supervivencia, sino por un modo de vida profundamente entrelazado con la tierra que cultivan.