Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que nos acercamos a 2025, una serie de enfermedades infecciosas está causando alarma entre los profesionales de la salud, quienes están sonando la alarma sobre la posible resurgencia de amenazas conocidas y la aparición de nuevas. Encabezando las preocupaciones se encuentra la Enfermedad X, un término acuñado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para referirse a un patógeno aún no identificado que podría provocar brotes severos o pandemias. El Dr. Michael Head, investigador principal en Salud Global, advierte que si tal brote ocurriera hoy, el mundo podría estar tan despreparado como lo estuvo para el COVID-19. En la República Democrática del Congo (RDC), un brote reciente ya ha cobrado la vida de al menos 31 personas, principalmente niños. Se han reportado más de 400 casos de una enfermedad no diagnosticada, presentando síntomas que incluyen fiebre, dolores de cabeza y problemas respiratorios severos. Desafortunadamente, casos como este subrayan la urgente necesidad de una mayor vigilancia e investigación sobre los posibles patógenos que podrían causar estragos a nivel global. Además de la amenaza inminente de la Enfermedad X, otras enfermedades también están en el radar. Se espera que el dengue, el virus transmitido por mosquitos más prevalente, aumente en el sur de Europa debido al cambio climático. Países como Francia, Italia y España podrían pronto encontrarse luchando contra brotes de esta dolorosa enfermedad, que ya representa una amenaza significativa en América del Sur y el Sudeste Asiático. De manera similar, el chikungunya ha surgido como una preocupación, con expertos prediciendo un aumento en los casos en Europa a medida que el clima continúa cambiando. El virus del Nilo Occidental representa otra amenaza potencial, principalmente a través de la transmisión por mosquitos. Aunque la mayoría de las infecciones pasan desapercibidas, el virus puede causar condiciones neurológicas severas en algunas personas. Los informes de infecciones están aumentando en varias naciones europeas, lo que genera alarmas sobre la posibilidad de brotes en el futuro. Mientras lidiamos con estos desafíos, el sarampión sigue siendo un riesgo significativo para la salud, especialmente entre los niños no vacunados. Un marcado descenso en las tasas de vacunación durante la pandemia de COVID-19 ha reavivado las preocupaciones sobre un resurgimiento. Solo en 2023, se registraron más de 107,000 muertes por sarampión en todo el mundo, un recordatorio contundente de la importancia de los programas de vacunación. El impacto continuo del COVID-19 no puede pasarse por alto. A pesar de los avances en vacunas y tratamientos, nuevas variantes siguen surgiendo, causando picos en los casos y hospitalizaciones. La última variante ha resultado en un aumento de infecciones en el Reino Unido, destacando que el COVID-19 sigue siendo una amenaza persistente. Los funcionarios de salud continúan instando a la vacunación como una defensa crucial contra resultados severos. El cólera, aunque raro en Europa, sigue cobrando vidas en todo el mundo y representa un riesgo debido a las migraciones forzadas impulsadas por el cambio climático. La OMS advierte que esta enfermedad diarreica aguda puede escalar rápidamente y llevar a la muerte sin una intervención oportuna. La gripe aviar también se perfila como una posible amenaza pandémica. Aunque afecta principalmente a las aves, su capacidad de mutar genera preocupaciones sobre un posible brote en humanos. Los casos actuales se encuentran principalmente entre aquellos en contacto cercano con animales infectados, pero los expertos en salud pública siguen vigilantes. La resistencia antimicrobiana es otro problema apremiante, con un aumento en las infecciones resistentes a los antibióticos. La Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido ha destacado el aumento de las tasas de E. coli y otras bacterias resistentes, lo que lleva a infecciones más severas y mayores riesgos de mortalidad. A medida que la resistencia aumenta, la capacidad para tratar infecciones disminuye, representando una amenaza significativa para la salud pública. Por último, la tos ferina ha visto un resurgimiento, con más de 10,000 casos confirmados reportados en el Reino Unido hasta agosto. La enfermedad es particularmente peligrosa para los lactantes, lo que enfatiza el papel crítico de la vacunación. La sarna, aunque no fatal, está causando un considerable malestar entre las poblaciones afectadas, y su aumento en casos en entornos comunitarios genera preocupaciones de salud pública. A medida que miramos hacia el futuro, la convergencia de estas diversas amenazas para la salud exige acción inmediata. Los funcionarios de salud pública están pidiendo una mayor vigilancia, inversión en investigación y programas de vacunación robustos para mitigar posibles brotes. Las lecciones aprendidas de pandemias recientes subrayan la necesidad de estar preparados ante un futuro incierto, recordándonos que la seguridad sanitaria es una responsabilidad colectiva.