Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente reflexión sobre el estado de las noticias en nuestros medios de comunicación ha cobrado relevancia en un contexto donde el cansancio ante la política y la saturación informativa se han vuelto menús del día. Una nota publicada por el New York Times ha señalado que el público está empezando a mostrar signos de hastío hacia la cobertura política, especialmente después de años de intensos ciclos electorales en países como México y Estados Unidos. Este fenómeno nos lleva a cuestionar si las malas noticias deben tener prioridad sobre las buenas o si, en un mundo tan convulso, deberíamos buscar un equilibrio. La naturaleza humana tiende a inclinarse hacia lo sensacionalista. Los estudios demuestran que, al encontrarse con una tragedia, la curiosidad morbosa provoca que las personas se detengan a observar el desastre. Este comportamiento se traduce en la forma en que los medios de comunicación eligen cubrir la información: con un enfoque en el conflicto, la fama y, en ocasiones, el miedo. La repetición incesante de noticias sobre la muerte de celebridades o eventos trágicos, como accidentes y homicidios, alimenta este ciclo y, a su vez, responde a la demanda de una audiencia que busca constantemente tales historias. En el ámbito político, figuras como Donald Trump han capitalizado este fenómeno, transformando su campaña en un espectáculo mediático que, más allá de las propuestas concretas, ha ofrecido dramatismo y controversia. Esta dinámica no se limita a Estados Unidos, ya que en México, el gobierno actual también ha aprendido a navegar en estas aguas turbulentas para mantener la atención del público. Con un contexto mediático tan polarizado, se hace indispensable que los ciudadanos desarrollen un sentido crítico que les permita discernir entre la información valiosa y el simple sensacionalismo. La revolución digital ha transformado por completo la manera en que consumimos noticias. Años atrás, la población podía informarse de los eventos más importantes a través de un noticiero nocturno. Hoy en día, la inmediatez y multiplicidad de fuentes pueden resultar abrumadoras. No obstante, esta sobreabundancia también ha generado un problema: la desconfianza hacia las noticias, lo que plantea la necesidad de que cada lector actúe como un investigador, analizando y evaluando la veracidad de lo que se presenta en sus pantallas. A pesar de la saturación informativa, es crucial que los medios no pierdan de vista la importancia de reportar historias que inspiren y ofrezcan una perspectiva diferente. El mencionado diario ha comenzado a incluir notas de interés humano y social, en un intento de romper con la monotonía de la política y el conflicto. Este enfoque permite a los lectores conectarse con temas relevantes y humanos, algo que a menudo se olvida en la vorágine de la información negativa. En un giro sorprendente, recientes informes han resaltado periodos de calma en lugares como Ciudad Juárez, donde la violencia ha mostrado una disminución temporal. Este tipo de noticias, aunque positivas, deben ser consideradas con cautela. La esperanza es necesaria, pero no se debe perder de vista la realidad del contexto violento y complejo que persiste en muchas regiones. Las estadísticas de homicidios son un recordatorio constante de que el camino hacia una mejora duradera es aún incierto. Sin embargo, también es importante reconocer los esfuerzos que han realizado tanto las autoridades como la sociedad civil en la búsqueda de soluciones a los problemas de violencia y delincuencia. La colaboración en las mesas de seguridad y las iniciativas educativas son pasos significativos hacia la construcción de un entorno más seguro. Sin embargo, estos avances deben ser evaluados con base en datos concretos y no solo en discursos optimistas. La crisis de la falta de pensamiento crítico entre la población es un fenómeno alarmante. Factores como la tecnología, el cinismo hacia los medios y la falta de educación básica contribuyen a la desinformación y a la manipulación por parte de aquellos que detentan el poder. En este sentido, es fundamental que se fomente un entorno donde el periodismo de calidad pueda prosperar, pues este es un indicador de la salud de una sociedad democrática. Finalmente, la responsabilidad recae en cada individuo. En lugar de dejarse llevar por la corriente de información negativa o positiva, es esencial que los ciudadanos se conviertan en consumidores críticos y selectivos de contenido. Formar un criterio propio y bien informado es vital no solo para el crecimiento personal, sino también para la salud de la democracia y la justicia en nuestras sociedades. Esta es una tarea que todos debemos asumir, porque, al final del día, la verdad y la lógica deben ser los pilares de nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.