Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El año 2024 ha grabado un capítulo sombrío en la historia de India con una serie de devastadores deslizamientos de tierra que han causado estragos en numerosos estados, reclamando vidas, causando heridas y dejando una devastación generalizada a su paso. Julio, a menudo caracterizado por sus lluvias monzónicas, se convirtió en el mes más cruel, trayendo consigo un torrente de tragedia. El 16 de julio, la serena aldea de Shirur en Karnataka fue sacudida hasta su núcleo cuando un deslizamiento de tierra, provocado por una combinación de lluvias incesantes y extensos trabajos de construcción por parte de la Autoridad Nacional de Carreteras, resultó en la trágica pérdida de nueve vidas. Los hallazgos del Servicio Geológico subrayan un dilema nacional: la peligrosa intersección entre el desarrollo de infraestructura y las calamidades naturales. El deslizamiento de tierra no fue un incidente aislado. A finales de julio, se produjo una serie de nueve deslizamientos en Vilangad, Kerala, una región ya vulnerable a las fuertes lluvias. Esta ola de desastres aniquiló trece hogares y dejó muchos otros parcialmente destruidos, trayendo tristeza a familias y comunidades que ya luchaban con las repercusiones de la furia de la naturaleza. Entre estas calamidades, el deslizamiento en Wayanad se destaca como el más mortal en la historia registrada de India. A medida que las laderas sucumbieron al peso de las intensas lluvias, se perdieron 254 vidas y 397 personas resultaron heridas. Aunque las fuertes lluvias son una norma estacional en Kerala, la magnitud de la destrucción observada este año ha sido sin precedentes, atribuida en gran medida a la deforestación desenfrenada y a prácticas de construcción indiscriminadas que han desestabilizado la frágil ecología de la región. Diciembre también vio su propia tragedia cuando un bloque de piedra, desplazado por lluvias atípicas para el terreno rocoso de Thiruvannamalai, aplastó una casa, reclamando siete vidas. Al día siguiente, otro deslizamiento de tierra golpeó, reiterando las graves consecuencias de la construcción descontrolada en áreas vulnerables. Estos eventos sirven como recordatorios contundentes del precario equilibrio entre el desarrollo y la conservación ambiental. A principios de año, Uttarakhand fue testigo de un asombroso total de 1,521 deslizamientos de tierra en apenas 17 días. Caminos, puentes y hogares fueron arrasados, ilustrando las consecuencias del desarrollo en los Himalayas, una región inherentemente susceptible a la inestabilidad geológica. Las colinas, aunque majestuosas, están cubiertas por una delicada capa de suelo que, a diferencia de las formaciones rocosas sólidas del plateau de Deccan, las hace particularmente propensas a deslizamientos. En la tradición india, la tierra—reverenciada como "bhumi"—es uno de los pancha mahabhuta, o cinco elementos sagrados. Bhumi Devi, la personificación de la tierra, ocupa una posición sagrada como esposa del Señor Vishnu. Esta reverencia se refleja en la adoración de la Madre Tierra en innumerables templos de aldeas. Sin embargo, a pesar de este profundo respeto, las prácticas modernas a menudo han llevado al descuido y abuso de la misma tierra que nos sustenta. A medida que avanzamos desde este año de devastación, la pregunta apremiante sigue siendo: ¿cómo protegemos nuestro suelo y medio ambiente ante un desarrollo implacable? Es imperativo que cambiemos nuestro enfoque hacia prácticas sostenibles que honren nuestra conexión cultural con la tierra y reconozcan su fragilidad. No hacerlo no solo pone en peligro nuestra seguridad, sino que también amenaza la esencia misma de nuestro patrimonio. Es hora de un despertar colectivo para salvaguardar nuestro planeta para las futuras generaciones, asegurando que ya no demos por sentida a la Madre Tierra.