Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente torrencial lluvia que azotó Apia, liberando la asombrosa cantidad de 147 milímetros de agua, ha puesto de manifiesto una vez más la urgente necesidad de una mejor planificación urbana e infraestructura ante los crecientes desafíos climáticos. Las calles se transformaron en ríos de la noche a la mañana, y vecindarios como Fugalei se convirtieron en lagos, dejando vehículos varados y hogares enfrentando la intrusión de agua. Esta situación se ha convertido en un tema recurrente, con inundaciones emergiendo como un problema persistente en toda la ciudad y más allá. Las razones detrás de las inundaciones son multifacéticas, derivando principalmente de sistemas de drenaje mal diseñados, vías fluviales bloqueadas y la acumulación de basura. Los datos de la Oficina de Meteorología de Samoa confirman que tales lluvias intensas ya no son una aberración, sino un signo de los patrones climáticos extremos asociados con el cambio climático. Con áreas urbanas importantes como Saleufi, Matautu y Taufasi también experimentando problemas similares de inundación, está claro que la infraestructura existente no está equipada para manejar un clima tan severo. Frente a estos desafíos, se vuelve imperativo reconocer el impacto del cambio climático en los sistemas meteorológicos. Con las tormentas volviéndose más intensas e impredecibles, la necesidad de una infraestructura resiliente nunca ha sido tan urgente. Las recientes tendencias climáticas—noches frías, vientos fuertes y lluvias incesantes—sirven como un recordatorio contundente de que ya estamos experimentando las consecuencias de un clima cambiante. Además, la creciente intensidad de los ciclones en la región requiere estructuras más fuertes y duraderas, ya sea en infraestructura pública o en viviendas. El enfoque actual del gobierno, a menudo caracterizado por planes quinquenales y promesas vagas, carece de la inmediatez necesaria para confrontar este problema apremiante. Es esencial realizar esfuerzos colaborativos con planificadores urbanos y arquitectos experimentados en el diseño de sistemas de drenaje efectivos en áreas de alta pluviosidad. Desafortunadamente, la realidad es que Samoa carece de un sistema adecuado de gestión de aguas pluviales. Muchas áreas no tienen sistemas de drenaje o aquellos que sí los tienen están mal mantenidos y son propensos a bloqueos. Los eventos recientes han subrayado el factor humano que contribuye a las inundaciones: la basura. Los desagües bloqueados en Fugalei, Alamagoto y Palisi fueron causados principalmente por desechos plásticos, una consecuencia directa de la negligencia hacia nuestro entorno. Como dice el refrán, "lo que va, vuelve", y la respuesta de la naturaleza a nuestros hábitos irresponsables ha sido rápida y castigadora. Las inundaciones sirven como un llamado de atención para todos los residentes sobre la importancia de mantener nuestro entorno limpio y respetar el equilibrio de la naturaleza. Para abordar la crisis del drenaje, se requiere acción inmediata. Se debe priorizar un plan de mejora integral para el sistema de drenaje, y la financiación no debería depender de ayuda externa, sino ser vista como una inversión urgente en el futuro de la nación. Además, es esencial reemplazar los vados por puentes confiables para garantizar la seguridad durante las fuertes lluvias y facilitar el movimiento continuo a través de los vecindarios. La planificación y el presupuesto para la infraestructura deben considerar un diseño inclusivo y la participación de las partes interesadas. Una infraestructura resiliente no solo beneficia el presente; asegura un entorno más seguro y confiable para las generaciones futuras. Invertir en sistemas de drenaje robustos, gestión de residuos efectiva y otra infraestructura crítica debería estar en la parte superior de la agenda nacional. A medida que enfrentamos estos desafíos de manera directa, ha pasado el tiempo de hablar. Es vital que tanto el gobierno como la comunidad tomen medidas inmediatas y concretas para prevenir más inundaciones, salvaguardar vidas y proteger nuestro entorno. Las inundaciones del jueves y viernes no solo deberían servir como un recordatorio de lo que arriesgamos perder, sino también como un catalizador para un cambio significativo en la forma en que gestionamos nuestro paisaje urbano.