La acusación del asesino del CEO desata un debate sobre las leyes de terrorismo y la justicia en la atención sanitaria.

La acusación del asesino del CEO desata un debate sobre las leyes de terrorismo y la justicia en la atención sanitaria.

Luigi Mangione, de 26 años, enfrenta cargos de terrorismo por el asesinato del CEO de UHC, Brian Thompson, lo que ha suscitado un debate sobre las disparidades en la justicia en casos de violencia.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Salud

Luigi Mangione, un hombre de 26 años, ha sido acusado de cargos graves, incluido el asesinato en primer grado como un acto de terrorismo, tras el impactante asesinato del CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson. La acusación abarca múltiples alegaciones, incluidas el asesinato en segundo grado y cargos relacionados con la posesión de armas de manera delictiva. El fiscal del distrito de Manhattan, Alvin Bragg, caracterizó el acto como un asesinato bien planificado y dirigido, destinado a incitar miedo e intimidación dentro de la comunidad. Los cargos presentados contra Mangione han desatado una discusión más amplia sobre la aplicación de las leyes de terrorismo en los Estados Unidos, particularmente en relación con la aparente disparidad en la forma en que se hacen cumplir dichas leyes. Los críticos del sistema de salud de EE. UU. han señalado que, a pesar de los numerosos crímenes premeditados cometidos por individuos que dejaron manifiestos, muchos de estos casos no recibieron el mismo tratamiento bajo la ley. Bajo la ley federal, el terrorismo se define como un acto ilegal y violento destinado a intimidar o coaccionar a una población civil o influir en la política gubernamental. En este contexto, los fiscales alegan que las acciones de Mangione estaban diseñadas para intimidar a un determinado grupo demográfico y perturbar las operaciones de una entidad relacionada con el gobierno. La ubicación del crimen—ocurrido en una zona bulliciosa de la ciudad de Nueva York—también ha sido un factor significativo en la decisión de perseguir cargos de terrorismo. Históricamente, la aplicación de cargos de terrorismo ha sido selectiva. Por ejemplo, los tiradores en masa que han atacado comunidades o grupos específicos, a menudo con manifiestos detallados que describen sus intenciones, han enfrentado con frecuencia cargos menores. Tomemos el caso de Kyle Rittenhouse, quien fue acusado de homicidio pero no de terrorismo, a pesar del potencial de sus acciones para intimidar a quienes protestaban contra la violencia policial. De manera similar, muchos de los alborotadores del 6 de enero, que hicieron amenazas contra legisladores y otros, no fueron acusados de terrorismo, a pesar de las afirmaciones iniciales de que sus actividades constituían tal cosa. Significativamente, este caso ha planteado preguntas sobre las percepciones sociales de la violencia. Mientras que el asesinato dirigido de un CEO adinerado por parte de Mangione ha llevado a cargos de terrorismo, innumerables individuos que han sufrido debido a problemas sistémicos en la industria de la salud encuentran que sus quejas quedan en gran medida sin respuesta. Muchos ven esta acusación como una ilustración de cómo el sistema legal prioriza la protección de los poderosos sobre los derechos y la salud de los vulnerables. La secuela del tiroteo ha llevado a los funcionarios de Nueva York a considerar medidas de seguridad mejoradas para los ejecutivos, incluida una línea directa propuesta para informar amenazas. En contraste, el sistema legal ha tenido dificultades para responsabilizar a aquellos en el sector de la salud cuyas decisiones han contribuido al sufrimiento y la muerte generalizados debido a reclamaciones denegadas y atención inadecuada. Algunos comentaristas políticos han destacado los dobles raseros percibidos en este caso. Sebastian Gorka, un exasesor de contraterrorismo bajo el presidente Trump, trazó paralelismos entre los simpatizantes de Mangione y grupos radicales del pasado, sugiriendo una malignidad en sus motivaciones. Sin embargo, él mismo ha enfrentado dificultades legales por un incidente relacionado con un arma de fuego, lo que plantea preguntas sobre la consistencia de la responsabilidad para aquellos involucrados en discusiones tan serias. En conclusión, aunque la acusación contra Mangione refleja una acción legal significativa en respuesta a un acto de violencia dirigido, al mismo tiempo subraya una preocupante discrepancia en cómo se administra la justicia en casos de violencia contra individuos adinerados y poderosos en comparación con las injusticias sistémicas que afectan a innumerables personas. Las implicaciones más amplias de este caso continúan reverberando, a medida que la sociedad lidia con la intersección de la violencia, la atención médica y la ley. Los críticos argumentan que hasta que se busque responsabilidad en el sector de la salud, el enfoque actual hacia los cargos de terrorismo seguirá siendo visto como una medida selectiva y políticamente motivada en lugar de una aplicación uniforme de la justicia.

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