Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que cae el telón de la temporada de huracanes del Atlántico de 2024, la industria de seguros se encuentra reflexionando sobre un año caracterizado tanto por tormentas sin precedentes como por importantes lecciones que podrían moldear estrategias futuras. Con 18 tormentas nombradas y 11 huracanes, cinco de los cuales hicieron tierra en los Estados Unidos, el caos causado fue tanto generalizado como trágico, destacando la urgente necesidad de adaptación y resiliencia. La temporada comenzó de manera ominosa, con temperaturas superficiales del mar en el Atlántico Norte inusualmente cálidas que presagiaban lo que se desarrollaría como una de las temporadas más activas registradas. La aparición temprana del huracán Beryl, que se convirtió en el huracán de categoría 5 más temprano registrado, estableció un asombroso precedente. Esto fue seguido por el huracán Debby, que no solo causó estragos en el este de EE. UU., sino que también provocó inundaciones catastróficas en Quebec, marcando el evento meteorológico severo más costoso de la región, con daños que superaron los 2.5 mil millones de dólares canadienses (1.8 mil millones de dólares). Sin embargo, en medio del caos anticipado, ocurrió una sorprendente calma a mediados de agosto, un fenómeno no visto desde 1968. Esta breve tranquilidad fue interrumpida más adelante en la temporada por el resurgimiento de tormentas, notablemente los huracanes Helene y Milton, ambos alimentados por temperaturas superficiales del mar récord. La industria de seguros enfrentó sus mayores pérdidas hasta ahora debido a estos huracanes, demostrando la creciente volatilidad de los patrones climáticos. De esta tumultuosa temporada, emergen tres lecciones clave que la industria de seguros debe enfrentar a medida que avanza. Primero, la amenaza de una rápida intensificación se ha vuelto alarmantemente evidente. Siete tormentas esta temporada exhibieron rápida intensificación, con el huracán Milton acaparando titulares por su asombroso aumento de 90 mph en fuerza en solo 24 horas. Este comportamiento impredecible complica la previsión y deja a las comunidades luchando por tiempo de preparación, lo que en última instancia conlleva a pérdidas exacerbadas. Los aseguradores deben priorizar el desarrollo de modelos predictivos avanzados y estrategias proactivas para abordar el riesgo elevado que representan estos cambios rápidos. La segunda lección gira en torno a los riesgos en expansión que enfrentan las áreas interiores. Los impactos del huracán Helene se sintieron mucho más allá de la costa, con Georgia sufriendo daños extensos debido a ráfagas de viento de 100 mph, a pesar de estar a cientos de millas tierra adentro. Este acontecimiento subraya la necesidad de una reevaluación de los códigos de construcción en estas regiones vulnerables, donde los estándares generalmente quedan rezagados respecto a los requisitos costeros. Para los aseguradores, un análisis granular de las carteras en relación con la antigüedad y la resiliencia de las propiedades es esencial, junto con una mejora en la recolección de datos sobre la robustez de la infraestructura. Por último, el aumento del costo de las inundaciones ha surgido como una preocupación significativa. Los restos del huracán Helene provocaron severas inundaciones en Carolina del Norte, con estudios que atribuyen una parte de la lluvia al cambio climático inducido por el ser humano. Las complejidades que rodean los reclamos relacionados con inundaciones son especialmente apremiantes en un mercado donde muchas pólizas residenciales excluyen la cobertura contra inundaciones, dejando a los propietarios dependientes del Programa Nacional de Seguro de Inundaciones. Los aseguradores deben adaptarse a este riesgo creciente y desarrollar estrategias para diferenciar entre daños por inundación y por viento en el procesamiento de reclamos. A medida que miramos hacia adelante, está claro que las lecciones aprendidas de esta extraordinaria temporada de huracanes serán vitales para el futuro. La creciente imprevisibilidad de los eventos climáticos extremos exige un estado de preparación elevado. Con la expectativa de que las temperaturas superficiales del mar alcanzarán niveles récord en los próximos años, el imperativo tanto para los aseguradores como para las comunidades es construir resiliencia y refinar los modelos de riesgo. El camino por delante puede estar lleno de desafíos, pero entender estas lecciones será crucial para mitigar futuras pérdidas y proteger a las poblaciones vulnerables contra la furia de la naturaleza.