Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El reciente terremoto de magnitud 7.0 frente a Cabo Mendocino el 5 de diciembre generó preocupaciones significativas sobre posibles amenazas de tsunami, marcando un evento geológico notable en la región. A pesar de la intensidad del terremoto, hubo una sorprendente ausencia de actividad de tsunami, lo que planteó preguntas sobre las causas subyacentes de tales fenómenos. Históricamente, los tsunamis significativos en la cuenca del Pacífico han sido predominantemente desencadenados por desplazamientos sustanciales del fondo marino durante grandes terremotos en zonas de subducción, que generalmente ocurren en las grandes trincheras que rodean el océano Pacífico, incluidas las trincheras de Aleutianas, Japón, Perú-Chile o América Central. Estos eventos implican la interacción de la densa Placa del Pacífico que colisiona con la Placa de América del Norte, lo que resulta en la formación de trincheras y cambios dramáticos en el fondo oceánico. A medida que las placas tectónicas interactúan, se acumula estrés a lo largo de los años debido a la fricción, lo que lleva a rupturas eventuales que desplazan agua del océano y generan tsunamis. Tales olas pueden viajar a velocidades de hasta 800 kilómetros por hora, lo que les permite alcanzar costas cercanas en cuestión de minutos. Por ejemplo, el tsunami producido por el catastrófico terremoto de magnitud 9.0 en Japón en 2011 tardó aproximadamente ocho horas en llegar a la costa de California, pero gracias al sistema de alerta de tsunamis de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), las fatalidades se limitaron a lo largo de la costa. Sin embargo, el terremoto del 5 de diciembre ocurrió justo al sur de la Zona de Subducción de Cascadia a lo largo de la Zona de Fractura de Mendocino, representando un mecanismo geológico diferente. Esta zona de fractura se caracteriza por un movimiento de deslizamiento lateral, donde las placas tectónicas se deslizan una junto a la otra en lugar de moverse verticalmente. Es este movimiento vertical el que es crítico para la generación de tsunamis; sin él, no ocurrirá ningún tsunami. Las investigaciones a lo largo de las décadas han iluminado los patrones históricos de actividad sísmica dentro de la Zona de Subducción de Cascadia, revelando que grandes terremotos y sus tsunamis asociados han ocurrido cada pocos siglos. De hecho, el último evento significativo conocido, un terremoto de magnitud 9, ocurrió en enero de 1700. Con 324 años transcurridos desde entonces, la posibilidad de un evento similar se cierne en el horizonte, aunque el momento preciso sigue siendo incierto. A un nivel más local, la vulnerabilidad de la Costa Central a los tsunamis es evidente a partir de eventos pasados. En su publicación de 2018, "Entre el Paraíso y el Peligro: La Historia de Desastres Naturales de la Región de la Bahía de Monterey", el autor y su esposa exploraron la exposición del área a desastres naturales, incluidos tsunamis significativos en los últimos 125 años. Notablemente, dos de estos tsunamis, originados en la Trinchera de Aleutianas en 1946 y 1964, fueron de los más impactantes, afectando particularmente al Puerto de Pequeñas Embarcaciones de Santa Cruz. Si bien las comunidades a lo largo de la Costa Central pueden haber visto relativamente pocos tsunamis significativos en la historia reciente, la comprensión de la actividad sísmica y el riesgo de tsunamis sigue siendo un área crítica de enfoque. Con la amenaza de importantes eventos geológicos siempre presente, la vigilancia continua y la educación sobre los posibles impactos de los terremotos y tsunamis son esenciales para garantizar la seguridad y la preparación de los residentes costeros. Este diálogo continuo sobre la preparación para desastres es crucial, mientras esperamos el próximo capítulo en la narrativa geológica de nuestra región.