Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que se asienta el polvo de los Juegos Paralímpicos de París, una ciudad que alguna vez estuvo marcada por la incertidumbre política ha pasado a convertirse en una celebración del deporte, la unidad y la resiliencia. Hace apenas tres meses, Francia lidiaba con un estancamiento político tras el llamado a elecciones anticipadas del presidente Emmanuel Macron, en medio de crecientes tensiones debido al fortalecimiento de los partidos extremistas. Pero el ambiente en París ha cambiado drásticamente, con los Juegos Olímpicos desatando una ola de entusiasmo que muchos esperaban que se trasladara a los Paralímpicos. El escepticismo inicial sobre el éxito de los Paralímpicos era palpable entre los residentes, muchos de los cuales temían que los Juegos se verían afectados por la locura olímpica. Sin embargo, a medida que los recintos se llenaban y los ánimos se elevaban, la narrativa comenzó a cambiar. "Nunca he visto a tantas personas sonreír en el metro", observó Kumcu, un parisino que ha presenciado la transformación de la ciudad a través de los Juegos. La afluencia de turistas y la atmósfera vibrante revitalizaron los negocios locales, con propietarios de restaurantes informando un aumento en los clientes, aunque algunos se quedaron con ganas de más en cuanto a las cifras de asistencia al evento. Valerie Pecresse, presidenta de la región de Ile-de-France, dejó claro que el objetivo era asegurar que los Paralímpicos igualaran el éxito de sus contrapartes olímpicas. Con más de 1.75 millones de boletos vendidos antes de la ceremonia de apertura—el 92 por ciento de los cuales fueron comprados por ciudadanos franceses—había un sentido de optimismo. Entre los titulares de boletos estaba el superfan Othamne Marhaben, quien describió su experiencia en los Juegos Olímpicos como un "sueño". Para él, asistir a los eventos significaba menos por los boletos y más por crear recuerdos que duraran toda la vida. Sin embargo, a medida que los Juegos se desarrollaban, la realidad difería de las expectativas. Los niveles de asistencia, aunque impresionantes, no alcanzaron las cifras récord de los Olímpicos. La ausencia de turistas internacionales y el regreso al trabajo y la escuela para muchos locales significaron que el fervor no reflejaba la emoción del mes anterior. Los críticos señalaron que la cobertura mediática en torno a los Paralímpicos carecía del mismo vigor que rodeaba a los Olímpicos, lo que llevó a una percepción de entusiasmo y apoyo disminuidos. Sin embargo, en medio de este contexto, se lograron avances significativos en términos de visibilidad para los atletas paralímpicos. Algunos eventos se agotaron, y las actuaciones destacadas de los competidores pusieron de relieve los increíbles talentos de los atletas con discapacidades. Emma Wiggs, medallista de plata en piragüismo, comentó sobre la calidez mostrada por el pueblo francés, indicando una creciente aceptación y apreciación por los deportes paralímpicos. A pesar de este progreso, muchos locales señalaron la ironía de celebrar unos Juegos Paralímpicos exitosos en una ciudad que sigue siendo en gran medida inaccesible para las personas con discapacidades. Si bien se han trazado planes ambiciosos para mejorar la accesibilidad del transporte público—un esfuerzo descrito por Pecresse como "extremadamente complicado"—la situación actual en París sigue presentando desafíos significativos para quienes requieren asistencia en movilidad. Los problemas de larga data de infraestructura inadecuada y opciones de transporte mal mantenidas pintan un panorama sombrío en marcado contraste con la atmósfera jubilosamente que rodea a los juegos. Mientras algunos creen que el impulso generado por los Paralímpicos puede provocar un cambio duradero en las percepciones sobre la discapacidad, otros se mantienen escépticos. "Es utópico... veremos qué deciden", expresó Patrick Gosselin, un usuario de silla de ruedas que enfatizó la necesidad de acción real más allá del evento en sí. El desafío será mantener el discurso sobre accesibilidad e inclusión a medida que la atención se desvanece de los atletas y de los eventos. A medida que París regresa a sus realidades políticas—con Macron nombrando a Michel Barnier como el nuevo primer ministro en medio de protestas—permanece un sentimiento esperanzador. Los Paralímpicos pueden ser un catalizador para el cambio, pero ese cambio requiere un compromiso sostenido tanto de los políticos como del público. La esperanza general sigue siendo que el legado de estos Juegos no sea meramente recuerdos de excelencia deportiva, sino un cambio real y transformador en cómo la sociedad ve y acoge a las personas con discapacidades. Con el atractivo de los Juegos ahora como un recuerdo, París se encuentra en una encrucijada. La euforia y unidad experimentadas este verano deben traducirse en acción. Solo entonces el espíritu paralímpico podrá allanar el camino hacia un futuro más inclusivo para todos los parisinos.