Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En medio del caos del cada vez más congestionado calendario del fútbol, el nuevo esquema de programación de la Carabao Cup ha demostrado ser un giro irónico en la noción de conveniencia. Diseñado para aliviar la carga de los clubes involucrados en competiciones europeas, la primera ola de partidos ya ha encontrado obstáculos que hacen cuestionar si toda la planificación fue pensada en absoluto. El sorteo de la tercera ronda, que sembró grupos para evitar enfrentamientos entre equipos ingleses en la Champions League y la Europa League, parecía un paso en la dirección correcta. Sin embargo, el Manchester City se encontró en un dilema de programación tras sortear al Watford para su partido. La idea inicial de jugar el 25 de septiembre se desvaneció, ya que el Manchester United también tenía un partido en casa esa noche contra el FC Twente, creando una situación imposible tanto para los aficionados como para las autoridades locales. La búsqueda de una fecha viable llevó a la absurdidad de que el City pudiera enfrentarse al Watford solo dos días después de un choque vital contra el Arsenal, marcando la culminación de una semana que presentaría algunos de sus compromisos más exigentes. El apretado calendario del City es una consecuencia directa de la decisión de la UEFA de expandir la fase de grupos de la Champions League, dejando a los clubes con escasas oportunidades durante la semana para cumplir con sus compromisos. Es casi cómico ver al presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, hablar elocuentemente sobre el bienestar de los jugadores mientras simultáneamente impulsa un calendario que lleva a los jugadores al límite. Sus comentarios sobre la necesidad de ganancias financieras parecen eclipsar cualquier preocupación genuina por el bienestar atlético. El mundo del fútbol se enfrenta a la realidad de un calendario de jugadores repleto de partidos, donde atletas como Bernardo Silva de Portugal podrían encontrarse compitiendo en un sorprendente total de 85 partidos antes de que finalice la Copa Mundial de Clubes a mediados de julio. ¿Es justo seguir llamando a esto una "temporada"? Quizás sea hora de adoptar un título más adecuado: "Fútbol: Infinito"—para un juego que parece priorizar el beneficio sobre la salud del jugador. Mientras tanto, en el ámbito del logro individual, el traspaso de Harry Kane al Bayern Múnich ha dado lugar a un panorama mixto. A pesar de anotar 36 goles impresionantes en la Bundesliga, Kane se encuentra sin trofeos por primera vez en 12 años. La ironía de que podría recibir un trofeo que se asemeje al logo del Arsenal es un giro narrativo que añade sal a la herida, reforzando la noción de que incluso los éxitos personales pueden sentirse vacíos sin los reconocimientos del equipo. A través de la liga, la actividad de traspasos del Chelsea siguió su habitual trayectoria de desconcierto, ya que el extremo brasileño Angelo Gabriel pasó de un préstamo en el Estrasburgo a Al Nassr por una suma considerable, representando un final bastante estándar para lo que se ha convertido en una ventana de traspasos incomprensible para el club. Mientras tanto, las responsabilidades de gestión se extienden más allá de la línea de banda, ya que Erik ten Hag se encuentra equilibrando la vida familiar en medio del caos del fútbol. El intercambio humorístico con su esposa resalta el equilibrio a menudo pasado por alto entre el éxito profesional y las obligaciones personales, un recordatorio de que incluso en el mundo del deporte de élite, la vida cotidiana persiste en medio del caos. Y mientras el Everton se prepara para su última temporada en Goodison Park, el club está decidido a celebrar su ilustre pasado, incluso si eso significa incomodar a los aficionados cercanos. La iniciativa de su equipo de redes sociales para involucrar a los aficionados en compartir recuerdos del icónico estadio pinta un retrato agridulce de nostalgia contra el telón de fondo de la locura del fútbol moderno. En última instancia, la semana ha servido como un recordatorio potente de las absurdidades que persisten en el bello juego. Desde dilemas de programación hasta triunfos personales eclipsados por fracasos del equipo, la narrativa del fútbol continúa desarrollándose de maneras inesperadas—un espectáculo en constante evolución que nos mantiene tanto cautivados como perplejos.