Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Rachael Gunn, conocida en el mundo del breakdance como Raygun, se ha convertido en el epicentro de un torbellino mediático tras su actuación en los Juegos Olímpicos de París 2024. La atleta australiana ha emitido una disculpa pública a la comunidad de breakdance de su país, después de que su rutina, considerada poco convencional y controvertida, desatara una "reacción violenta" en las redes sociales y medios de comunicación. Esta situación ha puesto de relieve las tensiones existentes en el ámbito del breakdance, un género que ha sido objeto de debate desde su inclusión en el programa olímpico. La actuación de Gunn en la competencia de B-Girls fue recibida con una mezcla de burlas y elogios, pero la realidad es que su puntuación final fue un contundente cero, lo que la llevó a ser eliminada en la primera ronda. La artista, que es profesora universitaria de 36 años, ha defendido su estilo, argumentando que su enfoque creativo y artístico era intencional. "Nunca iba a vencer a estas chicas en lo que hacen mejor, así que quería moverme de manera diferente", comentó en una reciente entrevista, revelando su intención de aportar algo único al escenario. A pesar de sus esfuerzos, la reacción del público fue feroz. Gunn se encontró en el centro de un torrente de críticas y memes que abordaban su estilo y movimientos excéntricos, que incluían pasos inspirados en los canguros y el famoso movimiento de aspersores. Esta controversia no solo afectó su reputación, sino que también generó un debate más amplio sobre la validez de su inclusión en el equipo olímpico y su trayectoria en el deporte. En medio de las acusaciones de manipulación del proceso de selección y las teorías de conspiración que surgieron en torno a su participación, Gunn se sintió obligada a aclarar su posición. "Las teorías de la conspiración eran simplemente horribles", expresó, defendiendo su historial competitivo y su legitimidad como B-girl. Con un palmarés que incluye ser la mejor clasificada en competencias anteriores, la artista enfatizó que en el mundo de las batallas de breakdance, los resultados pueden ser impredecibles. La controversia ha dividido a la comunidad de breakdance en Australia. Algunos pioneros del hip-hop, como Spice, han señalado que la actuación de Gunn ha sido motivo de burla y ha perjudicado la imagen del breakdance australiano. Este escenario pone de manifiesto una lucha por la identidad y la autenticidad del género, que ha evolucionado desde sus raíces en los barrios neoyorquinos de la década de 1970 hasta convertirse en una disciplina competitiva en el ámbito olímpico. La inclusión del breakdance en los Juegos Olímpicos fue concebida como una estrategia para atraer a un público más joven. Sin embargo, críticos del género argumentan que esta formalización contradice la esencia orgánica del breakdance, que a menudo se resiste a ser encasillada en competiciones estrictas. La situación de Gunn ha reavivado este debate, llevando a muchos a cuestionar si el breaking puede realmente coexistir con el formato olímpico. La presión mediática también ha tenido un impacto en la salud mental de Gunn. En su video en Instagram, hizo un llamado a los medios para que cesaran el acoso hacia su familia y amigos, revelando que se sintió perseguida por periodistas de una manera "realmente salvaje". Esta experiencia la llevó a un estado de pánico, transformando su pasión por el baile en una fuente de estrés. Gunn, que aún no se siente lista para ver su actuación, ha encontrado consuelo en el apoyo de sus compañeros atletas y en la comunidad más amplia. "Me conmovió. Preferiría centrarme en los aspectos positivos de esto y en la alegría que le he traído a la gente", compartió, destacando la importancia de la solidaridad en momentos difíciles. A medida que la comunidad de breakdance se enfrenta a la realidad de la competencia olímpica, el caso de Rachael Gunn sirve como un recordatorio de las complejidades inherentes a la evolución de un arte que tradicionalmente se ha basado en la expresión individual y la improvisación. La historia de Gunn no solo es la de una atleta, sino también la de una artista que navega por las aguas turbulentas de la crítica, la identidad cultural y la presión mediática en un mundo cada vez más competitivo.