Ambiciones y controversias: La compleja era de Mohammed bin Salman en Arabia Saudita

Ambiciones y controversias: La compleja era de Mohammed bin Salman en Arabia Saudita

Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudita, busca modernizar el país mientras enfrenta críticas por autoritarismo y derechos humanos.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Desde su ascenso al poder en 2015, Mohammed bin Salman, conocido como MBS, ha sido un fenómeno político de proporciones extraordinarias en Arabia Saudita y en el escenario internacional. Con solo 29 años, se convirtió en el príncipe heredero en un momento en que el reino se encontraba en una encrucijada, con su padre, el rey Salman, asumiendo el trono en medio de críticas y desafíos internos y externos. La ambición de MBS es manifiesta: pretende transformar su país de un estado dependiente del petróleo en una economía diversificada y moderna, mientras que su estilo autoritario ha suscitado tanto admiración como repulsión. La estrategia de MBS se basa en un enfoque radicalmente nuevo para Arabia Saudita, que incluye la venta parcial de Aramco, la compañía petrolera estatal, y la promoción de iniciativas como "Visión 2030", que busca diversificar la economía del país. Sin embargo, su ascenso no ha estado exento de controversia. Desde el inicio de su mandato, MBS ha estado involucrado en decisiones que han llevado a enfrentamientos bélicos, como la intervención en Yemen, que ha resultado en una de las crisis humanitarias más devastadoras de la región. La guerra no solo ha sido un punto de dolor para la población yemení, sino que también ha manchado la imagen internacional de Arabia Saudita, atrayendo críticas de organizaciones de derechos humanos. Uno de los eventos que más ha ensombrecido la reputación de MBS es el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018. La brutalidad del crimen y el hecho de que los responsables formaban parte de su círculo cercano han llevado a muchos a cuestionar su compromiso con la reforma y el respeto por los derechos humanos. Aunque MBS ha negado tener conocimiento sobre el complot, su afirmación de asumir la "responsabilidad" por lo ocurrido no ha sido suficiente para calmar las aguas. Un informe de inteligencia estadounidense publicado en 2021 lo señala como cómplice del asesinato, un estigma que, aunque no ha socavado completamente su poder, ha dejado una marca indeleble en su imagen. La personalidad de MBS, marcada por una mezcla de ambición desmedida y decisiones impulsivas, ha generado un clima de miedo y represión en el reino. La represión de la disidencia y la eliminación de opositores políticos son una constante en su liderazgo. Saad al Jabri, un exfuncionario de seguridad que ha denunciado sus tácticas, afirma que MBS ejecutó una campaña de limpieza de su propio entorno, impulsado por la paranoia de que los conspiradores dentro de la familia real pudieran desestabilizar su reinado. Las acciones de MBS han llevado a un aumento en las violaciones de derechos humanos, incluida la ejecución de activistas por los derechos de las mujeres, lo que pone de manifiesto la contradicción entre su imagen moderna y sus prácticas autocráticas. MBS también se ha enfrentado a desafíos en el ámbito internacional. Su intento de establecer relaciones más cercanas con Israel y su lucha por mantener la influencia de Arabia Saudita en medio de una región cambiante han suscitado tanto interés como escepticismo. Sus esfuerzos por normalizar las relaciones con Israel han sido recibidos con un alto grado de resistencia tanto dentro como fuera de su país, lo que ha llevado a especulaciones sobre su seguridad personal. MBS ha declarado que teme por su vida, un reflejo de la tensión inherente a sus ambiciones en un entorno político complicado. La vida de MBS, en muchos sentidos, es un ejemplo de los riesgos que enfrentan los líderes autocráticos que buscan reformar sus países sin un sustento de estabilidad política. Su deseo de modernizar Arabia Saudita, aunque comprensible, ha sido acompañado de un enfoque que tiende a desestabilizar las estructuras existentes. Con una vigilancia constante y una red de lealtades cuidadosamente tejidas, MBS ha logrado mantenerse en el poder, pero su estilo de liderazgo podría atentar contra la sostenibilidad de su legado a largo plazo. Por otro lado, su enfoque hacia el cambio también ha generado una especie de contradicción. A pesar de las críticas, algunos cambios en el ámbito social y económico, como la inclusión de mujeres en la fuerza laboral y la promoción de eventos deportivos, han comenzado a transformar la percepción de Arabia Saudita en el mundo. Sin embargo, estos avances se ven empañados por su autoritarismo y por la continua represión de la disidencia. El futuro de MBS en el poder es incierto. Su padre, el rey Salman, se encuentra en una etapa avanzada de su vida, lo que deja a MBS como el líder de facto del reino. A medida que la presión interna y externa aumenta, la capacidad de MBS para navegar su ambición y mantener su dominio político será fundamental. La historia de su ascenso es un testimonio de la complejidad de gobernar en el mundo moderno, donde los líderes deben equilibrar la modernización con el respeto a los derechos humanos y la estabilidad política. Los analistas continúan observando de cerca el desarrollo de su liderazgo, preguntándose si MBS aprenderá de los errores del pasado o si su sed de poder lo llevará a tomar decisiones aún más drásticas. La respuesta a esta pregunta no solo afectará su futuro personal, sino también el destino de Arabia Saudita en una región marcada por tensiones y conflictos.

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