Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La historia del Museo Nicolini, dirigido por Jorge Nicolini, es un relato fascinante que entrelaza la pasión por los automóviles con la memoria colectiva de un país. Desde sus primeros recuerdos, Nicolini ha estado rodeado de vehículos. Su infancia, marcada por la influencia de su padre y su tío, quienes representaban marcas icónicas como Packard y Mack, sentó las bases de un amor por las carreras y los motores que perdura hasta hoy. En 1962, su vida dio un giro cuando, tras avistar un Lincoln de 1925 en la Av. Argentina, decidió emprender una aventura financiera. Con un préstamo de su madre, adquirió el automóvil por casi S/. 2,000. Este fue solo el comienzo de su travesía en el mundo de los autos antiguos. Con dedicación y trabajo, Nicolini restauró su primer Ford modelo T, un esfuerzo que fue recompensado al ganar un concurso organizado por la propia Ford, lo que le permitió vender su Taunus y Mustang Shelby para expandir su colección. La creación del Museo Nicolini no fue un camino fácil. Durante los años de gobierno militar y el terrorismo en Perú, la idea de abrir un museo parecía distante. Sin embargo, el amor por la historia del automóvil lo llevó a seguir adelante con su colección. Finalmente, en el año 2002, Nicolini pudo dar vida a su proyecto, inaugurando un museo que alberga 64 vehículos clásicos, cada uno con su propia historia. El museo no solo es un refugio para autos antiguos, sino un homenaje a un tiempo y a un estilo de vida. Entre los modelos más destacados, el Boyer de 1901 y un Cadillac presidencial utilizado por presidentes peruanos como Odría y Belaunde, se erigen como testigos de la evolución de la industria automotriz en el país. Algunos de sus autos únicos, como el Wanderer de 1915 y el Pierce Arrow de 1936, son piezas casi irrepetibles que encantan a los visitantes. Una de las secciones más intrigantes del museo es la de los mini cars de la década de 1960. Modelos como el Mazda R360 y el Fiat 500, con sus sistemas de apertura de puertas poco convencionales, muestran la innovación y creatividad que caracterizaban a la industria automotriz de la época. La historia del Fiat 500, que cuenta con puertas que se abren en sentido inverso, es un recordatorio de cómo la necesidad impulsa la innovación. Los autos de la década de 1940, como el Ford Super Deluxe y el Woody, también tienen su lugar en la colección. Fabricados en un periodo donde la escasez de hierro llevó a los fabricantes a utilizar madera, estos vehículos son un claro ejemplo de cómo las circunstancias pueden moldear la industria. Cada uno de estos modelos cuenta su propia historia, y su conservación es un tributo al ingenio humano. El museo también alberga vehículos militares como el Willys Jeep de 1946, que rememora tiempos de guerra. Aunque su potencia parezca baja comparada con los estándares modernos, su relevancia histórica y su robustez son innegables. La historia del automóvil es también una historia de resiliencia y adaptación, y Nicolini ha logrado capturar eso en su colección. Otro aspecto fascinante del museo es la inclusión de vehículos de alta potencia, como el Cadillac Sedan de Ville de 1963 y el Chevrolet Impala Sport Coupe de 1959. Ambos, con motores V8 que superan los 300 hp, son exponentes de una era donde el diseño y la potencia estaban en perfecta armonía. Estos autos no solo fueron populares en su tiempo, sino que siguen siendo íconos en la cultura popular contemporánea, apareciendo en películas y series. El recorrido culmina con el K-2 Sport de la compañía británica Allard, un ejemplar raro que subraya la singularidad de la colección de Nicolini. Con solo 21 unidades fabricadas, de las cuales tres llegaron a Sudamérica, el K-2 representa no solo un vehículo, sino una pieza de historia que ha viajado a través del tiempo y el espacio. En resumen, el Museo Nicolini es mucho más que una simple exhibición de autos antiguos; es un viaje a través de la historia automotriz de Perú y el mundo. Con más de 130 modelos, cada vehículo tiene una narrativa que contar, y la invitación a los ciudadanos es clara: visitar el museo para explorar, aprender y conectar con el legado de una era que, aunque lejana, sigue viva en el corazón de los entusiastas del automovilismo.