Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que el pitido final resonaba en el estadio, los desanimados jugadores franceses eran un retrato de incredulidad mezclada con resignación. Acababan de sufrir otra eliminación en cuartos de final en un gran torneo, marcando la octava decepción de este tipo en los últimos 15 años. El dolor de este último revés—una derrota 1-0 ante Brasil—se amplificaba por el peso de la historia, ya que se encontraban una vez más lidiando con la pregunta de por qué el éxito sigue eludiéndolos. El contraste entre el ascenso de atletas individuales franceses como el nadador Leon Marchand, quien disfrutó de la gloria de cuatro medallas de oro, y las dificultades del equipo femenino de fútbol es notable. A pesar de la ventaja de jugar en casa durante los Juegos Olímpicos, el equipo nacional aún no ha logrado conquistar los corazones de sus compatriotas. Las cifras de asistencia al torneo fueron desalentadoras, registrando el promedio más bajo desde su inicio en 1996 (excluyendo Tokio), con solo 12,212 espectadores por partido. Mientras que París pudo haber abrazado la atmósfera, el resto de Francia permanece indiferente, y esta última derrota es poco probable que cambie esa narrativa. A lo largo del partido, Francia mostró momentos de promesa, particularmente de su estrella delantera, Marie-Antoinette Katoto, quien, a pesar de ser la máxima goleadora del torneo, no logró marcar cuando más lo necesitaban. Un penalti fallado por Sakina Karchaoui en la primera mitad solo añadió más problemas al equipo. El gol decisivo llegó tarde en el juego, como resultado de la confusión entre los defensores franceses que permitió a Gabi Portilho de Brasil aprovechar una oportunidad que dejó a la selección francesa fuera del torneo. Las reflexiones post-partido estaban llenas de frustración y decepción. La capitana Wendie Renard y la delantera Delphine Cascarino expresaron su incredulidad, lamentando que "no merecían perder". Sin embargo, estos sentimientos son sintomáticos de un problema más grande: una repetida incapacidad para aprender de los errores del pasado. Karchaoui había aludido previamente a esta tendencia persistente, cuestionando la fortaleza mental del equipo tras un colapso similar contra Canadá durante la fase de grupos. El problema subyacente es sistémico; el equipo femenino de Francia ha desarrollado una reputación de no cumplir con las expectativas, incluso cuando las probabilidades parecen estar a su favor. Un sorteo favorable podría haberlos encaminado hacia el éxito, pero en cambio, desperdiciaron la oportunidad. Este patrón de decepción ha persistido a través de varios cambios de entrenador, con la exdirectora Corinne Diacre a menudo siendo culpada por la toxicidad en el ambiente del equipo. Con la llegada de Hervé Renard, había esperanza de rejuvenecimiento. Sin embargo, sus comentarios insinuando la responsabilidad de las jugadoras en el desinterés del público por el fútbol femenino han generado preocupaciones sobre su compromiso con el programa. Su inminente partida tras los Juegos Olímpicos ha llevado a especulaciones sobre su enfoque y ha motivado a muchos a cuestionar si era la persona adecuada para este talentoso equipo. De cara al futuro, la Federación Francesa de Fútbol tiene 11 meses para nombrar a un nuevo entrenador que pueda infundir confianza y creencia en un equipo lleno de potencial. Estrellas como Katoto, junto con talentos emergentes como Sandy Baltimore, Selma Bacha y Maelle Lakrar, sugieren que Francia tiene la capacidad de ser una fuerza formidable en el fútbol europeo. Sin embargo, el futuro del equipo depende de encontrar un líder que comprenda los desafíos únicos que enfrenta el fútbol femenino en Francia y que pueda galvanizar tanto a las jugadoras como a los aficionados. La oportunidad perdida en los Juegos Olímpicos es un recordatorio de que, mientras otras naciones están avanzando en el fútbol femenino, Francia corre el riesgo de quedarse atrás sin un cambio decisivo en la estrategia y el apoyo. La próxima generación de talento está esperando su turno, pero necesita la orientación adecuada para transformar el potencial en rendimiento. A medida que el país reflexiona sobre otra decepcionante eliminación, la necesidad de creencia—tanto dentro del equipo como entre los seguidores—nunca ha sido más crítica.