Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La realidad peruana es un eco de frustraciones profundas que, en estos días de celebraciones patrias, resuena aún más fuerte. Mientras las banderas ondean y los discursos políticos fluyen, muchos ciudadanos se cuestionan la autenticidad de las festividades y el verdadero significado de ser peruano en un contexto marcado por la informalidad, la corrupción y el ansia de poder que parece no tener fin. La idea de “desperuanicemos el Perú” se convierte en un grito de auxilio ante un panorama que se siente cada vez más sombrío. La polarización ha permeado todos los aspectos de la vida nacional, convirtiendo el diálogo en un desafío casi imposible. Este clima de desencuentro y desesperanza ha llevado a una profunda reflexión colectiva sobre lo que realmente estamos celebrando. En un país donde las promesas de cambio se diluyen en discursos vacíos, muchos anhelan un futuro donde las oportunidades no estén condicionadas por la corrupción y la falta de infraestructura adecuada. En este sentido, es importante recordar que las Fiestas Patrias deberían ser un momento de unidad y reflexión. Sin embargo, las preguntas persisten: ¿qué estamos festejando realmente? La sensación de haber fallado a nuestra patria se repite en las conversaciones cotidianas, y es evidente que los motivos para celebrar son escasos. Mientras tanto, las autoridades se preparan para ofrecer discursos que distan mucho de la realidad que enfrentan la mayoría de los peruanos. Las críticas hacia el estado actual del país son más que válidas. La informalidad no solo ha afectado la economía, sino que ha desdibujado nuestra identidad nacional. En un contexto donde el "vivo" se premia por sobre el esfuerzo y la dedicación, aquellos que buscan construir un futuro a través del trabajo honesto se ven desalentados. La meritocracia se ha vuelto una ilusión, y el sentimiento de que solo los cercanos al poder pueden prosperar es cada vez más común. Los testimonios de quienes luchan diariamente por sobrevivir en un entorno hostil son desgarradores. Desde emprendedores que ven sus sueños amenazados por la delincuencia, hasta padres que pasan noches en vela preocupados por la educación y el futuro de sus hijos, la frustración se hace palpable. Cada día que pasa, la sensación de que el país está atrapado en un ciclo de mediocridad se convierte en un peso más difícil de soportar. La crítica a la gestión de nuestros gobernantes es ineludible. En un país donde los escándalos de corrupción parecen no tener fin, la indignación ha cedido el paso a la resignación. Las estadísticas sobre criminalidad, salud y educación son un recordatorio constante de que el camino hacia un Perú mejor es arduo y lleno de obstáculos. La falta de respuestas efectivas ante la crisis actual es una herida abierta que duele a todos los ciudadanos. Es en este contexto donde surgen llamados a la acción, como el de mi amiga que propuso “desperuanicemos el Perú”. Esta frase encapsula un sentimiento de urgencia por transformar nuestra realidad. Es un llamado a deshacerse de las artimañas que nos han mantenido atados a un ciclo de mediocridad y falta de oportunidades. La idea no es una utopía, sino un objetivo que debe guiarnos hacia la construcción de un país más justo y equitativo. La resiliencia del pueblo peruano se manifiesta en cada rincón del país. A pesar de las adversidades, hay quienes siguen luchando por un futuro mejor, creando redes de apoyo y solidarizándose con el sufrimiento ajeno. La esperanza no se ha extinguido; por el contrario, se alimenta en la lucha diaria de aquellos que no se rinden, que creen en la posibilidad de un cambio real y duradero. En conclusión, la invitación es clara: ante la polarización y el desencanto, debemos encontrar puntos en común y construir un diálogo genuino que nos permita avanzar. Desperuanicemos el Perú implica un compromiso colectivo por deshacernos de las viejas prácticas que nos han llevado al caos. Es hora de escuchar, de debatir y de trabajar juntos por un país que realmente merecemos. La identidad peruana, rica y diversa, debe ser defendida no solo con palabras, sino con acciones concretas que promuevan un futuro donde todos tengamos la oportunidad de prosperar.