Juan Brignardello Vela
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El último encuentro entre Perú y Argentina dejó a la afición peruana sumida en la impotencia y la frustración. Mientras Lionel Messi y su equipo abandonaban el campo entre risas y sin mayores sobresaltos, los dirigidos por Jorge Fossati mostraban un abanico de emociones que iban desde la rabia hasta la resignación. Paolo Guerrero, capitán de la selección peruana, optó por marcharse directamente al camerino sin mediar palabra con nadie, reflejando así su descontento por el resultado. Por su parte, jugadores como Sergio Peña mostraban su enojo de manera más evidente, con gestos de frustración y coraje a flor de piel. La imagen de Christian Cueva, con las manos en la cintura y la mirada perdida en el horizonte, parecía buscar respuestas que no llegaban. El partido, que se presentaba como un desafío complicado para Perú, se desarrolló con intensidad y agresividad por parte de ambas selecciones. La presión de enfrentar a un equipo argentino con varias bajas importantes, pero liderado por una Albiceleste que encontró respuestas en el traslado rápido del balón, complicó el desenvolvimiento de la Blanquirroja. El Hard Rock Stadium se tiñó de celeste y blanco, con una abrumadora mayoría de seguidores argentinos que hicieron sentir su presencia desde las gradas. A pesar de los intentos de los hinchas peruanos por alentar a su selección, el gol tempranero de Argentina en el segundo tiempo fue un golpe que silenció el aliento local y alimentó la resignación. La falta de contundencia en ataque ha sido una constante para Perú, que ha evidenciado dificultades para generar peligro en el área rival. El lento recambio en la delantera, con jugadores como Paolo Guerrero y Gianluca Lapadula superando los 30 años, plantea interrogantes sobre el futuro ofensivo de la selección peruana y la necesidad de renovación en esa zona del campo. Jorge Fossati, en el banquillo peruano, vivió el encuentro con intensidad y gestos que reflejaban su frustración ante la falta de respuestas de su equipo. Las constantes indicaciones del entrenador y su búsqueda de soluciones tácticas se vieron opacadas por la efectividad argentina y la falta de acierto de la Blanquirroja. El penal fallado por Lautaro Martínez fue un destello de esperanza para un Perú agotado y desorientado, que intentaba sin éxito revertir el marcador. El cabezazo de Zanelatto que impactó en el poste fue otro indicio de la mala fortuna que acompañó a la selección peruana en este encuentro. El pitazo final marcó el fin de un partido que dejó más dudas que certezas en el seno de la afición peruana. Mientras unos jugadores optaron por la resignación y la pronta retirada, otros mostraron su enojo y frustración de manera más evidente, reflejando así el descontento generalizado por el resultado y el desempeño del equipo. La crisis deportiva que atraviesa la selección peruana se hace cada vez más palpable, con la necesidad de replantear estrategias y buscar soluciones para revertir esta situación. La falta de contundencia en ataque, la impotencia ante equipos más agresivos y la urgencia de renovación en el plantel son aspectos que deben ser abordados con prontitud si se busca enderezar el rumbo y recuperar la confianza de la afición.