El intercambio de pines ocupa un lugar central en los Juegos Olímpicos de París, reviviendo el espíritu olímpico y la camaradería.

El intercambio de pines ocupa un lugar central en los Juegos Olímpicos de París, reviviendo el espíritu olímpico y la camaradería.

El intercambio de pins ha aumentado en los Juegos Olímpicos de París, fomentando la camaradería entre los atletas. Los pequeños zuecos holandeses simbolizan el orgullo nacional y la conexión.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Deportes

A medida que se desarrollan los Juegos Olímpicos de París, ha surgido un vibrante fenómeno cultural dentro de la Villa Olímpica: el intercambio de pines. Esta práctica tradicional, que había sido reprimida por las restricciones de la pandemia, ha regresado con un fervor que refleja la camaradería y el espíritu competitivo de los Juegos. Entre los artículos más buscados se encuentran los diminutos zuecos naranjas holandeses, pines no oficiales del equipo de los Países Bajos, que ahora son símbolos tanto de orgullo nacional como de conexión personal entre los atletas. El atractivo de estos pines va más allá de su tamaño; encarnan las historias y experiencias de atletas de todo el mundo. Yara ten Holte, una jugadora de balonmano holandesa, hizo recientemente titulares tras intercambiar uno de estos codiciados zuecos con Ilona Maher, una estrella del equipo femenino de rugby de EE. UU. Maher mostró con orgullo su nueva posesión en TikTok, una plataforma donde su relato de intercambio rápidamente acumuló más de 2.7 millones de visualizaciones. “Una cosa sobre la Villa Olímpica es que el intercambio de pines es un asunto serio”, dijo, capturando la esencia de esta única tradición olímpica. Las raíces del intercambio de pines en los Juegos Olímpicos se remontan a décadas atrás, con cada pin contando su propia historia de herencia, logro y amistad. Sin embargo, la pandemia tuvo un impacto significativo en esta tradición. Los Juegos de Tokio y Pekín, marcados por estrictos protocolos de salud, dejaron poco espacio para que atletas y aficionados participaran en esta actividad tan apreciada. Ahora, mientras los atletas se mezclan libremente en París, la emoción es palpable, ya que muchos abrazan el intercambio de pines como un deporte no oficial por derecho propio. Sumando al frenesí del intercambio de pines está el poder estelar de los atletas que se han volcado a las redes sociales para compartir su amor por la colección. La leyenda del tenis Serena Williams se ha unido a la contienda, declarando ser “una coleccionista de pines de primera clase”. En una publicación en la cuenta de Instagram de los Juegos Olímpicos de París, recordó su pin más preciado: un emblema raro de la delegación deportiva de Corea del Norte, adquirido durante sus experiencias en Río 2016. La devoción de Williams a su colección no solo destaca la pasión que sienten los atletas por este pasatiempo, sino que también subraya las conexiones emocionales forjadas a través de estos pequeños objetos. Con más de 14,000 atletas de todo el mundo reunidos en la Villa Olímpica, la atmósfera es propicia para una competencia amistosa, no solo en el ámbito deportivo, sino también en el campo del intercambio de pines. Este vibrante intercambio trasciende las fronteras culturales y fomenta un sentido de comunidad entre los atletas que comparten un objetivo común: coleccionar e intercambiar estos únicos símbolos de su trayectoria olímpica. A medida que los Juegos continúan, solo se puede imaginar cuántas más historias surgirán de los bulliciosos corredores de la Villa Olímpica, donde un simple pin puede crear recuerdos duraderos y amistades que van más allá de los confines de la competencia. El resurgimiento del intercambio de pines no solo enriquece la experiencia de los atletas, sino que también resuena con los aficionados y coleccionistas que esperan con ansias historias de los hallazgos más codiciados. En este festival de deportividad y espíritu, los diminutos pines se han convertido en una poderosa moneda, encarnando el corazón de los ideales olímpicos de unidad, amistad y respeto.

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