Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La violencia política se está convirtiendo cada vez más en un problema urgente a nivel mundial, y Gran Bretaña se encuentra atrapada en esta alarmante tendencia. Según el proyecto de Datos sobre la Ubicación de Conflictos Armados y Eventos (ACLED), el año pasado se ha observado un aumento alarmante en la violencia política, con casi 200,000 incidentes reportados. Esta cifra marca un aumento significativo con respecto a los 104,371 eventos registrados en 2020. Trágicamente, se estima que 233,000 individuos han perdido la vida en actos de violencia motivada políticamente solo en este año, y ACLED ha identificado a 50 naciones que actualmente lidian con niveles extremos, altos o turbulentos de violencia política. Lo preocupante es que solo se cree que cuatro de estas naciones están en camino de mejorar. Los datos pintan un panorama sombrío, con tasas de violencia política global que han aumentado en un promedio del 25 por ciento año tras año durante los últimos cuatro años. Notablemente, los territorios palestinos han emergido como la región más peligrosa del mundo, con alrededor del 80 por ciento de los palestinos experimentando conflictos violentos, lo que ha resultado en unas asombrosas 35,000 muertes. A diario, se producen un promedio de 52 incidentes de violencia política solo en esta región. Además, el conflicto en curso en Ucrania ha contribuido a casi 65,000 incidentes registrados este año, con un aumento del 14 por ciento con respecto a 2023 y un asombroso incremento del 57 por ciento desde 2022. Mientras tanto, Myanmar sigue inmerso en una guerra civil, con aproximadamente 170 grupos armados activos cada semana este año. El aumento de la violencia política no se limita a las zonas de conflicto tradicionales; también ha aumentado en regiones que están experimentando elecciones democráticas. Con más de 1.6 mil millones de votos emitidos en 73 elecciones en todo el mundo, el año pasado se ha visto un aumento del 63 por ciento en la violencia política en los estados que celebran elecciones, un marcado contraste con el aumento del 21 por ciento en los estados sin elecciones. En Europa, excluyendo los conflictos en curso en Ucrania y Rusia, la violencia política se ha triplicado desde que ACLED comenzó a recopilar datos en 2018. El Reino Unido no ha sido ajeno a esta tendencia, registrando 84 incidentes de violencia política solo en 2024, un asombroso aumento del 250 por ciento en comparación con el año anterior. Incidentes como el reciente ataque con apuñalamiento en una clase de danza infantil en Southport, seguido de disturbios dirigidos a solicitantes de asilo y hoteles que albergan refugiados, destacan las crecientes tensiones en el país. Entender las causas subyacentes de este aumento en la violencia política es esencial. Los conflictos importantes, como los de Ucrania y los territorios israelíes-palestinos, a menudo están impulsados por consideraciones estratégicas tradicionales. Sin embargo, el aumento de incidentes violentos en democracias consolidadas plantea un desafío diferente. Muchos votantes expresan sentimientos de despojo de derechos y descontento, pero estos sentimientos por sí solos no explican las explosiones de ira y violencia que hemos presenciado en tiempos recientes. La ira política a menudo se ve exacerbada por movimientos populistas, que explotan el descontento público señalando a grupos vulnerables como chivos expiatorios. Como se ha visto a lo largo de la historia, ya sea en forma de pogromos antisemitas o en la actual vilificación de los solicitantes de asilo, el ciclo de ira y violencia política suele ser autoperpetuante. Las personas enojadas son más propensas a adoptar posturas agresivas y a volverse susceptibles a campañas de desinformación, particularmente en el ámbito de las redes sociales, que prospera en el sensacionalismo y la indignación. Investigaciones recientes han demostrado que la ira política también contribuye a la polarización social, ya que las personas se vuelven cada vez más resistentes a interactuar con puntos de vista diferentes. Esta división socava los propios cimientos de una democracia funcional, lo que hace aún más crucial abordar las causas raíz del descontento político antes de que escale aún más. Si bien Escocia ha experimentado hasta ahora una calma relativa en comparación con otras partes del Reino Unido, no es inmune a estas preocupantes tendencias. Se han producido protestas de extrema derecha contra los solicitantes de asilo, lo que señala una posible movilización de sentimientos extremistas. A medida que Escocia se acerca a las elecciones de Holyrood en 2026, es vital reconocer el riesgo de caer en un ciclo de ira y violencia política. El desafío de desenredar a una nación de tal espiral es mucho más desalentador que prevenir que se arraigue en primer lugar. A medida que los ciudadanos, líderes y formuladores de políticas navegan por este complejo panorama, queda un llamado urgente a la acción: fomentar el diálogo, promover la inclusión y abordar las quejas de la población antes de que las semillas del descontento florezcan en violencia.