Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente encuesta de Emerson College que revela que el 41% de los votantes de 18 a 29 años considera "aceptable" el asesinato del CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, envía ondas de choque a una sociedad que lidia con las implicaciones morales de la violencia y la justicia. Esta estadística, junto con los detalles que rodean la muerte de Thompson, plantea preguntas críticas sobre los valores y prioridades de las generaciones más jóvenes. Según informes, Thompson fue asesinado por Luigi Mangione, quien ha sido acusado de asesinato en primer grado en el contexto de terrorismo. Este alarmante caso no solo ha atraído la atención de los medios, sino que también ha encendido una discusión más amplia sobre las percepciones de la violencia y sus justificaciones en el clima político actual. Que casi la mitad de los votantes jóvenes pueda condonar un acto tan atroz es un indicador preocupante de un cambio en las actitudes hacia la responsabilidad y la santidad de la vida. El desglose de la encuesta ilumina tendencias aún más preocupantes. Mientras que el 68% de los encuestados en general considera que el asesinato de Thompson es aceptable en cierta medida, las inclinaciones del grupo más joven contrastan drásticamente con las de las generaciones mayores, particularmente la Generación X y anteriores, quienes rechazaron abrumadoramente la noción de que el asesinato sea un acto justificado. Las afiliaciones políticas de los encuestados complican aún más el panorama; el 22% de los demócratas, el 12% de los republicanos y el 16% de los independientes expresaron aceptación del acto, destacando una desconcertante intersección de justificaciones violentas a través de las líneas partidarias. Es fundamental reconocer que el sentimiento en torno al asesinato de Thompson no es solo un fenómeno aislado, sino parte de un diálogo cultural más amplio. Las reacciones de figuras públicas no pueden pasarse por alto; algunas, incluyendo a la senadora Elizabeth Warren y a la representante Alexandria Ocasio-Cortez, han hecho declaraciones que critican los sistemas subyacentes mientras, intencionalmente o no, parecen normalizar las discusiones sobre medidas extremas contra líderes corporativos. Esto puede crear una narrativa en la que la violencia se vea como una respuesta aceptable a la insatisfacción con la gobernanza corporativa. Al analizar estas tendencias, es esencial considerar las implicaciones de tales creencias. Una sociedad que comienza a aceptar la violencia como forma de protesta o expresión está tomando un camino peligroso. La idea de que el asesinato podría ser justificado refleja una frustración arraigada con problemas sistémicos, pero también arriesga socavar el estado de derecho y los fundamentos de la democracia misma. Debemos preguntarnos: ¿Cuáles son las causas subyacentes de tal aceptación alarmante entre los jóvenes? ¿Es una respuesta a las disparidades económicas, las injusticias sociales o una profunda desilusión con el liderazgo? Estas preguntas merecen una reflexión seria mientras nos esforzamos por cultivar una cultura que valore el diálogo y la resolución pacífica sobre la violencia. Como comunidad, necesitamos involucrar a los votantes jóvenes en conversaciones que analicen no solo las acciones de individuos como Thompson, sino las implicaciones más amplias de sus posiciones y los sistemas que representan. Solo a través de tal compromiso podemos esperar cambiar la narrativa de una que condona la violencia hacia una que abrace la comprensión, el cambio y la acción constructiva.