Juan Brignardello Vela
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Richard W. Murphy, un distinguido diplomático de carrera y una autoridad reconocida en asuntos de Oriente Medio, falleció en Manhattan el 22 de noviembre a la edad de 95 años. Su hijo, Richard M. Murphy, confirmó la noticia de la muerte de su padre, señalando que había sucumbido en un hospital. La carrera de Murphy en la diplomacia estuvo marcada por logros notables y una amplia participación en el complejo panorama político de Oriente Medio. Se desempeñó como embajador en tres naciones árabes: Mauritania, Siria y Arabia Saudita, y ocupó el cargo de subsecretario de Estado para Asuntos del Cercano Oriente y del Sur de Asia durante la década de 1980. Su experiencia y profundo entendimiento de la región jugaron un papel crucial en facilitar el fin de una prolongada guerra civil de 15 años en Líbano, que culminó en el Acuerdo de Taif solo unos meses después de su jubilación. Habiendo comenzado su carrera en medio del tumulto de la Crisis del Suez de 1956, Murphy reconoció desde temprano que un especialista en asuntos de Oriente Medio siempre tendría oportunidades de participación. Esta realización lo llevó a aprender árabe, preparando el escenario para una carrera que lo vería navegar por la intrincada red de la política de Oriente Medio. Conocido por sus frecuentes viajes y su diplomacia discreta, Murphy se convirtió en una figura bien reconocida dentro del Departamento de Estado, donde sus colegas notaron con humor su tendencia a estar perpetuamente en movimiento. Su fluidez en árabe y francés le permitió conectarse auténticamente con las naciones a las que sirvió. Entre sus muchos mentores estuvo William J. Burns, el actual director de la CIA, quien elogió a Murphy por su mentoría, humor e integridad en el a menudo difícil mundo de la diplomacia. A lo largo de su carrera, Murphy participó en negociaciones críticas y enfrentó desafíos significativos. Restableció las relaciones diplomáticas con Siria en 1974, un logro notable en un momento de tensiones elevadas tras la Guerra de los Seis Días. Sus encuentros con varios líderes, incluido el dictador iraquí Saddam Hussein, estuvieron marcados por contrastes marcados; mientras que encontró a Assad accesible y perspicaz, describió a Hussein como rígido e inflexible. El mandato de Murphy como subsecretario de Estado fue particularmente intenso, coincidiendo con el despliegue de tropas estadounidenses en Beirut y la crisis de los rehenes estadounidenses en Líbano. Recordó el vertiginoso ritmo de los eventos durante esos años, subrayando los desafíos que enfrentaron los responsables de políticas estadounidenses al navegar por las complejidades de la región. A pesar de la turbulencia de la época, Murphy mantuvo un enfoque equilibrado. En entrevistas, reflexionó sobre la evolución del término "arabista", señalando que había pasado de ser un término peyorativo a una comprensión más matizada del papel diplomático en el cambiante panorama de la política de Oriente Medio. Nacido el 29 de julio de 1929 en Manchester, Nueva Hampshire, la vida temprana de Murphy fue influenciada por la perspicacia empresarial de sus padres. Tras su educación en Phillips Exeter Academy y la Universidad de Harvard, sirvió en el Ejército antes de unirse al cuerpo diplomático en 1955. Su matrimonio con Anne H. Cook estuvo marcado por un sentido compartido de aventura, que los llevó a diversas asignaciones alrededor del mundo. Después de su jubilación de la diplomacia activa en 1989, Murphy continuó influyendo en la política exterior estadounidense como miembro senior del Consejo de Relaciones Exteriores. Siguió siendo un comentarista muy solicitado sobre temas de Oriente Medio, involucrando al público y a los medios con ideas extraídas de su extensa carrera. Murphy deja atrás a su esposa, Anne, su hijo Richard, sus hijas Katherine McClintic y Elizabeth Evans, y siete nietos. Su legado como un hábil diplomático y un defensor de la comprensión en Oriente Medio perdura, reflejando una vida dedicada a fomentar la paz y el diálogo en una región a menudo marcada por el conflicto.