Navegando las Consecuencias de Siria: EE. UU. Enfrenta Decisiones Complejas en un Panorama Cambiante de Oriente Medio

Navegando las Consecuencias de Siria: EE. UU. Enfrenta Decisiones Complejas en un Panorama Cambiante de Oriente Medio

La era post-Assad en Siria presenta desafíos estratégicos para la política de EE. UU., centrándose en H.T.S., Hezbollah, Irán y la estabilidad regional, lo que exige una navegación cuidadosa.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política

A medida que el polvo comienza a asentarse en Siria tras la caída del régimen de Bashar al-Assad, surge un momento crucial para la política exterior de EE. UU. La complejidad de la situación presenta tanto una oportunidad como un desafío para la administración Biden y cualquier liderazgo futuro que pueda seguir. La pregunta clave es cómo navegar por este nuevo panorama de manera estratégica y efectiva, al mismo tiempo que se responsabiliza a todos los actores. En primer plano se encuentra Hayat Tahrir al-Sham (H.T.S.), el grupo rebelde más responsable de la caída del régimen. La legitimidad de la afirmación de H.T.S. de haber renunciado a sus afiliaciones pasadas con el terrorismo y el islamismo radical sigue siendo cuestionada. Un posible gesto de buena voluntad por parte de EE. UU. podría implicar el levantamiento de la recompensa de 10 millones de dólares por el líder de H.T.S., Mohammad al-Jolani, señalando una disposición a involucrarse. Sin embargo, cualquier alivio de sanciones o reconocimiento debe venir acompañado de estrictas condiciones: garantías de libertades religiosas, la aceptación de la autonomía kurda y un compromiso para combatir al ISIS. Las implicaciones regionales son significativas. La caída de Assad podría significar problemas para Hezbollah, la milicia respaldada por Irán que está arraigada en Líbano. Reconociendo la realidad de que la existencia de Hezbollah depende de su capacidad para rearmarse a través de canales sirios, EE. UU. debe abogar por la plena aplicación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, exigiendo el desarme de Hezbollah. El expresidente Donald Trump, con su influencia, podría afirmar que Israel no está obligado por los acuerdos de alto el fuego hasta que Hezbollah se desarme. Tal postura podría forzar a Hezbollah a tomar una decisión binaria: participar plenamente en la democracia libanesa o enfrentar una presión militar intensificada. Irán es otro jugador crítico en esta dinámica. Con la República Islámica aumentando su enriquecimiento de uranio, EE. UU. debe reforzar su posición a través de una comunicación directa con Teherán: futuras búsquedas nucleares pondrían en peligro la existencia misma del régimen. Una posible administración Trump podría adoptar un enfoque de "normalización por normalización", ofreciendo a Irán un incentivo para detener sus ambiciones nucleares y el apoyo a grupos proxy en la región. Si bien esto podría ser recibido con escepticismo, proporciona un marco para que tanto los ciudadanos iraníes como el liderazgo reconsideren su camino a la luz de las cambiantes circunstancias regionales. Además, la situación en Gaza requiere un manejo cuidadoso. Con Israel emergiendo victorioso en sus recientes enfrentamientos, el enfoque ahora debería centrarse en asegurar la liberación de los rehenes retenidos por Hamas. EE. UU. no debe permitir que un compromiso percibido socave la posición de Israel. En lugar de negociaciones incrementales sobre rehenes, se debe adoptar una postura firme, con la influencia de Trump potencialmente aprovechando a Qatar para asegurar el cumplimiento total por parte de Hamas o arriesgarse a perder su alianza estratégica con EE. UU. El panorama regional más amplio también requerirá vigilancia. El gobierno turco debe ser disuadido de utilizar la agitación en Siria para saldar cuentas con los grupos kurdos, lo que requiere una presencia militar estadounidense sostenida en el este de Siria. Además, Arabia Saudita tiene un papel vital que desempeñar en la conducción de los esfuerzos de reconstrucción en Siria y en la búsqueda de relaciones normalizadas con Israel. La resolución del conflicto en Siria abre una plétora de puertas estratégicas, pero cada una viene con su propio conjunto de desafíos intrincados. EE. UU. debe equilibrar sus respuestas a diversos actores en la región mediante una combinación de incentivos y disuasiones, navegando un camino diplomático que promueva la estabilidad mientras asegura la rendición de cuentas. A medida que se desarrollan estas dinámicas, el potencial para un Oriente Medio más seguro y cooperativo está en juego, dependiendo de las decisiones tomadas tanto por los líderes regionales como por el propio EE. UU.

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