Brasil prohíbe X y destaca la censura digital en gobiernos autoritarios globales

Brasil prohíbe X y destaca la censura digital en gobiernos autoritarios globales

Brasil prohíbe la red social X, sumándose a otros países que limitan plataformas digitales por miedo a movilizaciones y desinformación.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, Central Hidro
Política

La reciente prohibición de la red social X en Brasil ha puesto de relieve una tendencia más amplia en el uso restrictivo de plataformas digitales en diversos países del mundo. Desde el pasado sábado, Brasil se unió a un listado de naciones que han decidido vetar el acceso a esta plataforma, acusándola de ser un vehículo para la difusión de noticias falsas y desinformación. Sin embargo, Brasil no es un caso aislado; varios regímenes autoritarios y gobiernos en crisis han optado por restringir el acceso a X, mostrando una clara preocupación por el poder que tienen estas plataformas para movilizar y organizar protestas. La historia de X, anteriormente conocido como Twitter, está marcada por su capacidad de ser un medio eficaz para la protesta política. En contextos como la Primavera Árabe en 2011, Egipto utilizó esta red social para difundir mensajes de resistencia y organizar manifestaciones masivas. Sin embargo, esta misma eficacia ha llevado a gobiernos a considerar la plataforma como una amenaza, especialmente aquellos que temen perder el control sobre la narrativa pública. Uno de los ejemplos más notables es el de China, que prohibió Twitter en junio de 2009, justo antes del 20º aniversario de la represión en la plaza de Tiananmén. Desde entonces, los ciudadanos chinos han encontrado alternativas locales como Weibo y WeChat, pero la prohibición sigue siendo un recordatorio de cómo los gobiernos pueden restringir el acceso a la información para mantener su poder. En este contexto, los movimientos sociales en China han continuado, encontrando formas de comunicarse a pesar de la censura. En Asia Central, Turkmenistán y Uzbekistán han seguido patrones similares. Turkmenistán, un país donde el acceso a internet está estrictamente controlado por el estado, prohibió Twitter a principios de la década de 2010. A pesar de que el régimen es conocido por su represión, los movimientos de protesta han encontrado su camino hacia el exterior a través de canales ocultos, reflejando la necesidad humana de expresarse a pesar de los riesgos. La situación es aún más extrema en Corea del Norte, donde el acceso a internet está prácticamente restringido a un pequeño grupo de funcionarios del gobierno. Desde 2016, la prohibición de plataformas como Twitter y Facebook ha sido parte de un esfuerzo más amplio por el régimen para controlar la información y eliminar cualquier voz disidente. En el sudeste asiático, Myanmar ha sido otro escenario de restricción. Desde el golpe militar en febrero de 2021, el acceso a X ha sido bloqueado como parte de un esfuerzo del régimen para silenciar las voces de oposición que han utilizado la plataforma para movilizar protestas y compartir información sobre los abusos de derechos humanos. Rusia, por su parte, lanzó un ataque frontal contra Twitter en 2021, inicialmente ralentizando su acceso y luego prohibiéndolo en marzo de 2022, coincidiendo con el inicio de la invasión de Ucrania. A pesar de esta prohibición, muchos ciudadanos rusos continúan utilizando la plataforma a través de servicios VPN, desafiando las restricciones impuestas por el Kremlin. Este fenómeno pone de manifiesto el deseo de muchos de acceder a información sin censura, aun enfrentándose a posibles repercusiones. Pakistán también se ha sumado a las restricciones a X, bloqueando la plataforma en respuesta a acusaciones de fraude electoral que se difundieron en ella. Esta acción del gobierno, respaldado por el ejército, refleja una tendencia en la que los gobiernos en crisis optan por la censura como medio de control social. Al igual que en Brasil, la prohibición ha sido justificada por razones de seguridad nacional, un argumento que se utiliza frecuentemente en contextos de represión. El caso de Venezuela es otro claro ejemplo de cómo se busca controlar la información. El presidente Nicolás Maduro, tras ser reelegido en medio de acusaciones de fraude, ordenó la suspensión de X durante un período de protestas masivas. Aunque la prohibición se estableció por diez días, esta ha sido extendida, poniendo en evidencia el temor del gobierno a la organización de opositores a través de plataformas digitales. En Brasil, el reciente bloqueo de X ha generado un cambio en el panorama de las redes sociales, dando un respiro a competidores como Bluesky, que han visto un aumento significativo de actividad. Este fenómeno sugiere que las restricciones pueden llevar a los usuarios a buscar alternativas, lo que podría tener un impacto duradero en cómo se comunica la información en el país. A medida que el control sobre plataformas digitales se intensifica en diferentes partes del mundo, surge una pregunta fundamental: ¿cuáles son las implicaciones para la libertad de expresión y el acceso a la información? La respuesta es compleja y varía según el contexto, pero es innegable que las restricciones a redes sociales como X reflejan el temor de los gobiernos frente a movimientos ciudadanos organizados y la búsqueda de una mayor transparencia y justicia social. La lucha por la libertad de expresión continúa, y el futuro de la comunicación digital será un campo de batalla clave en esta lucha.

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